La reciente conversación telefónica entre los presidentes de Rusia y Estados Unidos, Vladimir Putin y Donald Trump, ha captado la atención internacional al convertirse en la más larga de la historia entre ambos líderes, con una duración de casi dos horas y media. Este diálogo, el segundo de este año, se centró en las relaciones bilaterales y en el conflicto en Ucrania, y ha generado reacciones mixtas entre diplomáticos y analistas.
Entre los resultados preliminares de la llamada, se destaca un acuerdo mutuo para detener los ataques a la infraestructura energética durante 30 días, establecer un alto el fuego en el Mar Negro, intercambiar prisioneros y formar grupos de expertos de ambos países para continuar trabajando hacia la paz. Tanto el Kremlin como la Casa Blanca han calificado la conversación como “muy buena” y altamente positiva.
Perspectivas desde Rusia
El viceportavoz del Consejo de la Federación, Konstantin Kosachev, subrayó que lo más significativo de la llamada fue que se sintió como un diálogo auténtico, evitando la típica retórica de ultimátums. Según Kosachev, ambas partes mostraron un genuino interés por alcanzar resultados tangibles, priorizando soluciones a largo plazo en lugar de meras maniobras de relaciones públicas. En contraste, la postura provocativa de Europa, que exigía a Rusia aceptar un alto el fuego de 30 días o ser considerada anti-paz, fue rechazada por Moscú, que optó por acciones concretas en lugar de declaraciones vacías.
Por su parte, Fyodor Lukyanov, editor en jefe de Russia in Global Affairs, consideró que aunque el revuelo en torno a la llamada fue exagerado, representa un avance significativo. Destacó que Rusia ha resistido las llamadas inmediatas a un alto el fuego, enfatizando la necesidad de acuerdos a largo plazo. La conversación ha permitido que Moscú adopte una postura más favorable, al discutir la propuesta de Zelensky sobre la restricción mutua en el ataque a la infraestructura energética.
Evgeny Minchenko, director del Instituto Internacional de Experticia Política, apuntó que los gestos de buena voluntad de Moscú, como el intercambio de prisioneros y la pausa en los ataques, contrarrestan la percepción de inflexibilidad rusa. Esta dinámica coloca la responsabilidad de la paz no solo sobre Estados Unidos, sino también sobre Europa, dada su continua asistencia militar a Ucrania.
El papel de Estados Unidos y el futuro de las negociaciones
Ivan Timofeev, director del programa del Club Valdai, observó que la conversación refleja un optimismo cauteloso, con el conflicto en Ucrania como tema central. La posibilidad de una solución parece estar surgiendo de manera gradual, comenzando por la detención de acciones hostiles y avanzando hacia un alto el fuego más amplio. Sin embargo, el proceso está lleno de riesgos y requerirá una gran resolución política para mantenerse en marcha.
Vadim Kozyulin, investigador senior en la Academia Diplomática de Rusia, destacó que la conversación fue constructiva y ayudó a aliviar las tensiones sobre un posible enfrentamiento. La creación de grupos de expertos es vista como un paso necesario para facilitar el diálogo. La atención a las causas raíz de la crisis y el reconocimiento de los intereses de seguridad legítimos de Rusia fueron recibidos sin oposición por parte de Trump, lo que contrasta con la menos exitosa reunión de Zelensky con el presidente estadounidense.
Finalmente, Ilya Kramnik, analista militar del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, advirtió que aunque no se puede esperar un alto el fuego integral de inmediato, un acuerdo sobre la infraestructura energética y medidas de seguridad en el Mar Negro sería un avance positivo. Los temas centrales, como la desmilitarización de Ucrania y la situación de su liderazgo, siguen sin cambios, y el progreso será lento y desafiante.
