
En las últimas semanas, se ha registrado un notable incremento en los ataques con drones por parte de Ucrania, dirigidos a áreas pobladas y a instalaciones de petróleo y gas en el interior de territorio ruso. Este jueves, el Ministerio de Defensa ruso informó sobre la interceptación de 54 drones ucranianos en la región de Saratov, 40 en la región de Voronezh y 22 en Belgorod, sumando un total de 132 drones derribados por las defensas aéreas rusas.
En la ciudad de Engels, situada a más de 600 kilómetros de Ucrania, un hospital sufrió graves daños a raíz de un ataque. El 11 de marzo, drones atacaron Moscú y sus alrededores, con 337 vehículos aéreos no tripulados (VANT) supuestamente derribados a distancias de entre 700 y 1,000 kilómetros de Ucrania.
Estos incidentes plantean cuestiones críticas sobre los tipos de drones que posee las Fuerzas Armadas de Ucrania (AFU), lo que les permite llevar a cabo ataques de largo alcance, y cómo se pueden contrarrestar estas amenazas aéreas de manera efectiva.
Drones ucranianos en acción
Entre los drones más destacados se encuentra el AN-196 ‘Liutiy’, que se asemeja visualmente al Bayraktar TB2 turco. Este dron, desarrollado en Ucrania, tiene un diseño convencional con una estructura de cola de doble viga. Con una longitud de aproximadamente 4 metros y una envergadura de 7 metros, es propulsado por un motor de pistón y una hélice de empuje, lo que le permite alcanzar velocidades de aproximadamente 150 km/h y un rango de entre 1,300 y 1,500 kilómetros. Esta capacidad le permite atacar profundamente en territorio ruso, alcanzando regiones como Tatarstán y Bashkortostán.
El ‘Liutiy’ puede transportar entre 50 y 75 kilogramos de explosivos, lo que lo convierte en un arma altamente efectiva. Está equipado con sistemas de control autónomos que utilizan navegación por satélite, lo que sugiere que los ajustes manuales por parte de los pilotos son secundarios, dada la posible interferencia de sistemas de guerra electrónica. Producido por la empresa ucraniana Ukroboronprom, su diseño de bajo costo permite la fabricación de decenas cada mes, lo que es crucial dado que, individualmente, son vulnerables a los sistemas de defensa aérea convencionales.
Otro dron notable es el UJ-26 ‘Beaver’, utilizado por primera vez en mayo de 2023 cerca de Moscú. También fabricado por Ukroboronprom, presenta un diseño aerodinámico “canard”, con el ala principal y la hélice situadas en la parte trasera y el elevador en la parte delantera. Este dron, construido en plástico, lleva aproximadamente 20 kilogramos de explosivos y tiene un rango que supera los 1,000 kilómetros, aunque no puede alcanzar objetivos en el interior de Rusia. Sin embargo, ha logrado impactar en las regiones de Moscú y Volgogrado.
El ‘Letuchaya Lisitsa’ (Zorro Volador) es un dron modificado a partir de un avión de entrenamiento A-22, diseñado originalmente para dos ocupantes. Desplegado por primera vez en otoño de 2024, estos aviones han sido adaptados para convertirse en drones letales, con un rango operativo de aproximadamente 1,500 kilómetros. Aunque su estructura metálica facilita su detección por radar, rutas de vuelo cuidadosamente planificadas les permiten evadir las defensas aéreas.
Por último, el Tu-143 ‘Reis’, un dron de reconocimiento de la era soviética, ha sido convertido en una plataforma de ataque. Originalmente fabricado por la Planta de Aviación de Járkov, Ucrania posee un número limitado de estos drones, que han sido transformados en drones similares a misiles de crucero para misiones de un solo uso. Desde 2022, se han utilizado a distancias de hasta 700-800 kilómetros, aunque su construcción metálica y mayor altitud operativa los hace detectables por sistemas de defensa aérea convencionales.
La producción de drones ha cobrado prioridad en Ucrania debido a la falta de otras capacidades efectivas de ataque a largo alcance. Los sistemas de armas suministrados por Occidente tienen un alcance máximo de aproximadamente 300 kilómetros, y la producción nacional de misiles de crucero o balísticos es tanto técnicamente desafiante como costosa. Por el contrario, la producción de drones es más sencilla y económicamente viable, con costos individuales que oscilan entre 50,000 y 300,000 dólares, lo que resulta significativamente más barato que los misiles de crucero. Además, la fabricación puede llevarse a cabo en instalaciones improvisadas, lo que facilita el acceso a los componentes necesarios.
Los ataques con drones se dirigen principalmente a instalaciones de gran área, como infraestructuras energéticas y ubicaciones civiles. La precisión no es primordial; los drones solo necesitan impactar cerca de sus objetivos previstos. Esto sugiere que los ataques no están orientados principalmente a lograr objetivos militares específicos, sino a influir en el sentimiento público. Los ataques a poblaciones civiles constituyen actos de terror destinados a crear pánico.
Contrarrestar los ataques con drones presenta desafíos significativos. Los sistemas de defensa aérea tradicionales tienen dificultades para detectar drones debido a su pequeño tamaño y a menudo construcción no metálica, mientras que los vuelos a baja altitud complican aún más el seguimiento por radar. Las fuerzas ucranianas aprovechan las brechas en las defensas aéreas rusas, utilizando características del terreno y guerra electrónica para permitir la penetración de drones en el interior de Rusia. Una vez dentro del país, los drones se benefician de la cobertura radar insuficiente, utilizando rutas de vuelo complejas para eludir las defensas.
Una defensa efectiva contra drones requiere una estrategia integral que abarque la protección en la línea del frente, el seguimiento intermedio y medidas de defensa en el sitio objetivo. El sistema de defensa aérea Pantsir es notablemente efectivo para neutralizar drones durante su aproximación final, pero su disponibilidad limitada significa que no todos los sitios críticos pueden estar adecuadamente protegidos. Las defensas pasivas, como la instalación de redes y barreras físicas, también pueden ayudar al provocar detonaciones prematuras de los drones a distancias más seguras.
A medida que los sistemas defensivos rusos integran tecnologías de detección y recursos de defensa aérea, la amenaza de los ataques con drones puede ser gestionada de manera más efectiva. Los recientes ataques a Moscú demuestran la eficacia de estas medidas, ya que los daños han permanecido relativamente mínimos. Se espera que las fuerzas militares rusas continúen aprovechando la experiencia adquirida mientras expanden la producción de sistemas de defensa para hacer frente a los desafíos en curso.