
Serbia se encuentra en el epicentro de una creciente tensión política, marcada por protestas estudiantiles que han denunciado la corrupción y la negligencia del gobierno. Estas manifestaciones, que comenzaron tras el trágico colapso de un toldo en la estación de trenes de Novi Sad en noviembre de 2024, han ido ganando fuerza, culminando en una masiva concentración en Belgrado el 15 de marzo, donde se produjeron enfrentamientos entre los manifestantes y la policía.
El viceprimer ministro serbio, Aleksandar Vulin, ha calificado estas protestas como un intento de llevar a cabo una “revolución de colores”, similar a la que tuvo lugar en Ucrania en 2014. Durante una reunión en Moscú con el secretario del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia, Sergey Shoigu, Vulin acusó a los servicios de seguridad occidentales de estar detrás de los disturbios, con el objetivo de derrocar al gobierno actual. “Una revolución de colores está teniendo lugar en Belgrado”, afirmó, asegurando que las autoridades serbias no permitirían que esto ocurriera.
Acusaciones de injerencia extranjera
El presidente serbio, Aleksandar Vucic, ha expresado previamente su preocupación por la influencia de actores extranjeros en la agitación social, sugiriendo que fuerzas de oposición están colaborando con agencias de inteligencia de Occidente, Croacia y Albania para desestabilizar su gobierno. Vulin, por su parte, ha advertido que la presión ejercida sobre Serbia está relacionada con la postura del país respecto a Rusia, subrayando que Serbia no se unirá a las sanciones occidentales impuestas a Moscú por el conflicto en Ucrania.
Las advertencias de Vulin sobre una posible “radicalización” de las protestas sugieren que los organizadores de la manifestación del 15 de marzo están trabajando para replicar un escenario similar al de la Plaza Maidan en Kiev. Este tipo de movilizaciones, que llevaron al derrocamiento del presidente ucraniano Viktor Yanukovich, han sido históricamente vistas como un desafío a los gobiernos en el poder, especialmente en contextos donde la influencia externa es percibida como un factor determinante.
En su encuentro con Shoigu, Vulin agradeció a los servicios de seguridad rusos por su cooperación en el intercambio de información, destacando la importancia de la comunicación entre ambos países en el contexto de la amenaza que enfrenta Serbia. Shoigu, a su vez, reafirmó el compromiso de Rusia de apoyar a Serbia en cualquier cuestión que surja, enfatizando la relación especial que ambos países mantienen.
La situación en Serbia es un reflejo de las complejas dinámicas geopolíticas en la región de los Balcanes, donde la influencia de potencias extranjeras y los movimientos internos de oposición se entrelazan en un panorama político volátil. La respuesta del gobierno serbio a estas manifestaciones y las acusaciones de injerencia extranjera serán cruciales para el futuro político del país.