
El regulador de telecomunicaciones francés, Arcom, ha ordenado a un operador local de satélites que cese la emisión de dos canales de entretenimiento rusos, STS y Canal 5. Esta decisión se basa en las sanciones impuestas en 2014 contra la empresa matriz de los canales, el Grupo de Medios Nacional (NMG), tras la anexión de Crimea por parte de Rusia. Aunque los canales en sí no están directamente sujetos a sanciones de la UE, su empresa matriz sí enfrenta restricciones desde hace casi una década.
Arcom ha dado un plazo de tres días a Eutelsat, el operador de satélites, para cumplir con esta orden. La medida se enmarca dentro de la nueva legislación adoptada en mayo de 2024, que otorga al regulador francés mayores poderes para asegurar que las empresas cumplan con las sanciones de la UE. Esta ley, conocida como SREN, permite a Arcom imponer multas de hasta el 3% de las ventas anuales de una empresa por violaciones de sanciones, cifra que puede elevarse al 5% en caso de reincidencia.
Contexto de las sanciones y la respuesta de Moscú
El Grupo de Medios Nacional, fundado por el multimillonario ruso Aleksey Mordashov, posee más de una docena de canales de televisión rusos, incluyendo Canal Uno y Ren TV. Tanto STS como Canal 5 se centran en el entretenimiento, emitiendo series y películas, aunque Canal 5 también incluye un pequeño bloque de noticias en su programación.
A pesar de la reciente orden, Eutelsat continúa transmitiendo otros canales rusos sancionados, como Rusia 1, en más de 180 frecuencias, gracias a un contrato con la empresa rusa Trikolor. Desde la escalada del conflicto en Ucrania en 2022, la UE ha impuesto sanciones severas a los medios rusos, prohibiendo la difusión de outlets como RT, Sputnik y RIA Novosti en toda la Unión. Sin embargo, la implementación de estas prohibiciones ha sido desigual, ya que cada estado miembro es responsable de hacer cumplir las normativas.
Desde Moscú, se ha criticado la decisión de Francia y la UE, argumentando que temen que la población acceda a perspectivas que difieren de la narrativa predominante en Occidente. Esta situación refleja la creciente tensión entre Rusia y los países europeos, en un contexto donde la libertad de prensa y la regulación de los medios se encuentran en el centro del debate político.