
Un equipo de ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha desarrollado una innovadora técnica para la administración de medicamentos que promete dosis más altas con menos dolor. Este nuevo método consiste en inyectar medicamentos en forma de una suspensión de diminutos cristales. Una vez inyectados bajo la piel, estos cristales se ensamblan en un «depósito» que podría durar meses o incluso años, lo que eliminaría la necesidad de inyecciones frecuentes.
Esta técnica podría ser especialmente útil para la entrega de anticonceptivos de larga duración y otros medicamentos que requieren administración continuada. Gracias a que los fármacos están dispersos en una suspensión antes de la inyección, pueden administrarse a través de una aguja estrecha, lo que mejora la tolerancia del paciente.
Inyecciones más fáciles y accesibles
El proyecto surgió con el objetivo de ampliar las opciones anticonceptivas, especialmente en países en vías de desarrollo. «El objetivo principal es ofrecer a las mujeres diversas formas de anticonceptivos que sean fáciles de administrar, compatibles con su uso en el mundo en desarrollo y que cuenten con diferentes duraciones de acción», explica Vivian Feig, una de las autoras del estudio y actual profesora asistente de ingeniería mecánica en la Universidad de Stanford.
Los investigadores comenzaron trabajando con un fármaco anticonceptivo llamado levonorgestrel, una molécula hidrófoba capaz de formar cristales. Al suspender estos cristales en un disolvente específico, lograron que se ensamblaran en un implante compacto tras la inyección, lo que permite una administración sencilla a través de agujas de pequeño calibre. El disolvente utilizado, benzoato de bencilo, es biocompatible y ha sido empleado anteriormente como aditivo en medicamentos inyectables.
Los estudios realizados en ratas mostraron que estos depósitos de fármacos pueden permanecer estables y liberar el medicamento de manera gradual durante un periodo de tres meses. Al final del estudio, aproximadamente el 85% del fármaco permanecía en el depósito, sugiriendo que podría continuar liberándose durante un periodo más prolongado. «Anticipamos que los depósitos podrían durar más de un año, basado en nuestro análisis posterior de datos preclínicos», afirma Sanghyun Park, otro de los investigadores.
Una de las ventajas de este enfoque es que los depósitos formados son lo suficientemente compactos como para ser recuperables, permitiendo su extracción quirúrgica si es necesario interrumpir el tratamiento. Además de su aplicación en anticonceptivos, esta técnica podría ser útil en el tratamiento de condiciones neuropsiquiátricas, así como en el tratamiento del VIH y la tuberculosis.
Los investigadores están avanzando hacia estudios preclínicos más avanzados para evaluar la autoensamblaje en un entorno cutáneo más clínicamente relevante. «Este es un sistema muy simple que consiste básicamente en un disolvente, el fármaco y una pequeña cantidad de polímero bioresorbable. Ahora estamos considerando cuáles indicaciones perseguir: ¿será anticoncepción? ¿Otros tratamientos?», concluye Giovanni Traverso, profesor asociado de ingeniería mecánica en el MIT y gastroenterólogo en el Hospital Brigham and Women’s.