
Londres se encuentra en un momento de transición económica, con algunos inversores mostrando un creciente optimismo sobre las perspectivas del Reino Unido, a pesar de las debilidades estructurales que han caracterizado a su economía en los últimos años. Este optimismo se produce en un contexto de tensiones comerciales en aumento entre la Unión Europea y Estados Unidos, lo que podría influir en las dinámicas económicas del país.
La reciente decisión del Banco de Inglaterra de mantener las tasas de interés estables refleja una prudente evaluación del entorno económico, marcado por la volatilidad de los mercados financieros y la incertidumbre geopolítica. No obstante, los analistas de Bank of America prevén un ligero repunte en el crecimiento del PIB, estimando una expansión del 1.4% para 2025, lo que podría indicar un cambio positivo tras años de crecimiento moderado.
Perspectivas de crecimiento y riesgos comerciales
El análisis de Sanjay Raja, economista jefe del Reino Unido en Deutsche Bank, sugiere que hay un «naciente sentido de optimismo» respecto a la economía británica, una percepción que no se había visto en un tiempo. Factores como un posible acuerdo comercial favorable con la UE y un enfoque renovado en la desregulación y el aumento del gasto de capital están alimentando esta esperanza.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha mostrado disposición a eximir al Reino Unido de aranceles generalizados, lo que podría beneficiar a la economía británica en el contexto de una guerra comercial más amplia. Sin embargo, el impacto de las tarifas sobre el acero y el aluminio impuestas por EE. UU. sigue siendo una preocupación significativa para el sector exportador británico, que ha visto en 2024 exportaciones de acero valoradas en £370 millones a Estados Unidos.
A pesar de que el Reino Unido podría evitar el peso de nuevas tarifas, la realidad de la economía mundial podría afectarlo. Un posible enfriamiento del comercio global y la incertidumbre persistente podrían erosionar la confianza de consumidores y empresarios, lo que a su vez impactaría en el crecimiento económico. La perspectiva de un aumento en el gasto en defensa a nivel europeo también podría abrir nuevas oportunidades para las empresas británicas, aunque no sin riesgos asociados a las políticas proteccionistas de la administración estadounidense.
El futuro del Reino Unido en el ámbito del comercio internacional no está garantizado. La falta de un superávit comercial significativo con EE. UU., que se basa principalmente en servicios, plantea un desafío adicional. Las promesas de aumentar el gasto en defensa podrían ser insuficientes para eludir completamente las repercusiones de las políticas comerciales estadounidenses, las cuales han demostrado ser volátiles y cambiantes.
En resumen, el Reino Unido se enfrenta a un camino complejo hacia la recuperación económica, en el que el optimismo y la cautela deben coexistir. La evolución de las relaciones comerciales, tanto con Estados Unidos como con la UE, será crucial para determinar el éxito de sus políticas económicas en el futuro cercano.