
Desde que Miguel Alcubierre propuso en 1994 la solución del motor de curvatura, la comunidad científica ha estado atrapada en un constante vaivén de afirmaciones y desmentidos sobre la viabilidad de esta tecnología. A menudo se publican titulares que afirman que los motores de curvatura son posibles, solo para ser desmentidos meses después. Este ciclo parece no tener fin y deja a muchos preguntándose: ¿qué está ocurriendo realmente?
La situación no se debe a una falta de consenso, sino a que las investigaciones sobre motores de curvatura se sitúan en el límite de nuestro conocimiento y capacidades, y a menudo más allá de ellos. Por ejemplo, un conjunto de cálculos sugiere que los campos cuánticos que existen en el borde de la burbuja de curvatura podrían explotar a infinito en el momento de activarla, lo que sería, sin duda, catastrófico.
Sin embargo, otras teorías indican que esta explosión solo ocurre en casos limitados, y que si se aumenta la potencia del motor de curvatura de manera gradual, podríamos estar a salvo. Además, hay otros estudios que evitan estos problemas al centrarse en la cantidad de energía negativa necesaria para construir un motor de curvatura. En términos prácticos, ¿cuánta energía negativa se requiere para crear una burbuja de curvatura macroscópica, de aproximadamente cien metros de diámetro, suficiente para albergar una nave espacial convencional?
La respuesta es escalofriante: se necesitaría diez veces más energía negativa que toda la energía positiva contenida en el universo. Para ponerlo en perspectiva, necesitaríamos la energía negativa equivalente a diez universos para hacer funcionar un motor de curvatura, lo que no suena muy prometedor.
Los desafíos de la materia exótica
Aun así, otros cálculos sugieren que esta necesidad de energía extrema solo se aplica a la burbuja de curvatura tradicional definida por Alcubierre. Podría ser posible reconfigurar la burbuja de tal manera que haya un pequeño cuello en la parte frontal que se encargue de comprimir el espacio, expandiéndose hacia una envoltura que contenga la burbuja de curvatura. Este enfoque podría reducir significativamente los problemas cuánticos, requiriendo tan solo la energía negativa equivalente a la de una estrella. Sin embargo, esta energía tendría que ser comprimida en algo más que un núcleo atómico, lo que podría resultar en la formación de un agujero negro.
Además, incluso si lográramos obtener energía negativa o masa negativa, al comenzar a movernos, nos enfrentaríamos a otros problemas. En particular, la masa negativa comenzaría a fluir fuera del borde de la burbuja. Esto significa que la materia exótica que forma la burbuja de curvatura no podría mantenerse al ritmo del movimiento de la burbuja, por lo que la burbuja dejaría de serlo. El resultado sería que la nave se movería en una dirección mientras que la materia negativa se desplazaría en otra, ocasionando el colapso de la burbuja.
A pesar de todos estos desafíos, los físicos siguen investigando los motores de curvatura no solo con la intención de utilizarlos para explorar el universo, sino para profundizar en nuestra comprensión de la física misma. La posibilidad de que los motores de curvatura sean viables abriría enormes implicaciones para la naturaleza de la gravedad cuántica y la física fundamental. Este camino en la investigación es, sin duda, fascinante y lleno de sorpresas.