Investigadores de la Universidad de Pensilvania han realizado un descubrimiento significativo en el campo de la biotecnología que podría revolucionar la forma en que combatimos las infecciones bacterianas. Este avance se centra en los secretos antibacterianos de las ranas, un recurso natural que ha evolucionado durante cientos de millones de años en ambientes ricos en microbios.
Antibióticos de la naturaleza
El estudio, publicado en la revista Trends in Biotechnology, es liderado por Cesar de la Fuente, profesor asociado en diversas disciplinas en la Universidad de Pensilvania. El trabajo se basa en el descubrimiento de péptidos sintéticos derivados de las secreciones de Odorrana andersonii, una especie de rana que habita en el sur de Asia. Estas secreciones han mostrado propiedades antibacterianas que podrían ser fundamentales para enfrentar patógenos resistentes a los antibióticos actuales.
La capacidad de las ranas para sobrevivir en entornos altamente microbianos sin sufrir infecciones ha llevado a los investigadores a explorar cómo producen compuestos antimicrobianos. En 2012, se identificó un péptido llamado Andersonnin-D1 en esta especie, pero su uso clínico se vio limitado debido a su tendencia a formar aglomerados, lo que provoca efectos tóxicos y reduce su eficacia.
El nuevo enfoque de De la Fuente y su equipo implica el diseño guiado por la estructura química del péptido, permitiendo modificar su secuencia para crear candidatos antibióticos más efectivos y seguros. Tras varias rondas de diseño, los investigadores probaron estos nuevos péptidos en modelos preclínicos, y los resultados fueron prometedores: mostraron ser tan eficaces como los antibióticos de última línea, como la polimixina B, sin afectar a las células humanas ni a las bacterias beneficiosas del intestino.
Además, los investigadores llevaron a cabo pruebas en comunidades bacterianas más complejas, lo que representa un avance en la evaluación de la efectividad de estos compuestos en condiciones más realistas. Esta metodología, aunque desafiante, permite obtener datos más precisos sobre cómo los antibióticos interactúan con diferentes tipos de bacterias en un entorno microbiano.
Si las pruebas preclínicas continúan mostrando resultados positivos, el siguiente paso será presentar estos péptidos para estudios que permitan obtener nuevos fármacos, lo que podría llevar a su eventual aprobación por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) para su uso clínico.
De la Fuente destaca la enorme potencialidad que ofrece la naturaleza en el desarrollo de innovaciones médicas. Este hallazgo no solo abre la puerta a nuevas terapias que podrían salvar vidas, sino que también resalta la importancia de conservar nuestro entorno, donde se pueden encontrar soluciones a algunos de los desafíos más apremiantes de la salud pública actual.
