
Hasta la década de 1990, Venezuela poseía una de las democracias más consolidadas de América Latina. Sin embargo, en la actualidad, se erige como uno de los regímenes autoritarios más arraigados de la región. La transformación del país en este sentido ha sido objeto de estudio del trabajo de la politóloga Laura Gamboa, de la Universidad de Notre Dame, quien ha analizado la evolución de Venezuela a lo largo de 25 años, un periodo en el que Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, desmantelaron un sistema de controles y contrapesos, eliminaron elecciones competitivas, restringieron derechos políticos y civiles, y perpetraron actos de violencia contra opositores políticos.
Gamboa subraya que el caso venezolano ofrece lecciones a otras naciones cuya democracia está comenzando a erosionarse. Según la autora, es crucial aprovechar todos los espacios institucionales disponibles antes de que se restrinjan, ya que no hacerlo puede resultar un error fatal para la oposición.
La toma de poder de Hugo Chávez
La erosión de la democracia en Venezuela se inició en 1999, cuando el recién elegido presidente Hugo Chávez convocó una asamblea constituyente para redactar una nueva constitución, un acto que se realizó sin la aprobación del Congreso Nacional. A pesar de esta maniobra, la coalición opositora aún mantenía el control de los medios de comunicación y contaba con influencia en las fuerzas armadas, la empresa estatal de petróleo, así como representación en la legislatura y apoyo de los tribunales y agencias de supervisión.
Aun así, la oposición optó por resistir la erosión de la democracia mediante estrategias radicales, como un golpe de Estado en 2002 y una huelga petrolera en 2003, que buscaban forzar la renuncia de Chávez. Estas tácticas resultaron costosas y condujeron a la oposición a perder recursos burocráticos y estatales, lo que permitió a Chávez purgar el ejército, despedir a directivos de la industria petrolera y utilizar los ingresos del petróleo para consolidar apoyo, tanto interno como internacional.
Para Gamboa, aunque las acciones como golpes de Estado y huelgas pueden resultar efectivas, también pueden tener efectos adversos cuando se utilizan contra un presidente elegido democráticamente y popular. Así, para 2006, la coalición opositora había perdido la mayoría de los recursos institucionales que anteriormente poseía. A pesar de ello, la oposición logró recuperar algunos cargos electos en 2008 y 2015, utilizando estos espacios para poner de relieve abusos del gobierno.
Gamboa señala que estos éxitos demuestran que la utilización de instituciones puede ofrecer beneficios significativos.
La oposición a Nicolás Maduro
El análisis de Gamboa muestra que, a pesar de las restricciones severas, el movimiento opositor ha encontrado oportunidades para resistir la autocratización, como lo demuestra la reciente elección presidencial de 2024. Aunque Nicolás Maduro se autoproclamó vencedor en medio de acusaciones de fraude, la líder opositora María Corina Machado afirmó que los resultados en más del 70% de los centros de votación indicaban que su rival, Edmundo González, había recibido 3,5 millones de votos más que el presidente.
La politóloga destaca que, a pesar de la represión del régimen, es significativo que la oposición haya podido manifestar su posición en un espacio electoral. Sin embargo, advierte que ganar un concurso electoral no garantiza por sí mismo una transición hacia la democracia. Para Gamboa, la clave radica en que la oposición combine estrategias institucionales y no institucionales para ser más efectiva.
Autora del estudio «Resisting Backsliding: Opposition Strategies Against the Erosion of Democracy», Gamboa ha investigado Venezuela desde 2013 y su nuevo trabajo se basa en un extenso trabajo de campo, que incluye entrevistas e investigación de archivos. En un contexto global donde se ha observado un notable descenso de la democracia, su estudio sobre Venezuela ofrece tanto lecciones como esperanza para otros movimientos opositores en situaciones similares.