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El Niño y La Niña: El Cambio Climático Acelera su Duración y Destrucción Global

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abril 06, 2025

El fenómeno de El Niño, conocido por su capacidad de alterar el clima a nivel global, ha cobrado una relevancia alarmante en las últimas décadas. Este fenómeno, que se manifiesta en el océano Pacífico tropical, se caracteriza por un calentamiento de las aguas que provoca un cambio significativo en los patrones de lluvia, generando inundaciones, sequías y tormentas a miles de kilómetros de su origen. Históricamente, los eventos de El Niño han sido responsables de catástrofes climáticas, como las ocurridas en 1997-98 y 2015-16, que causaron inundaciones devastadoras en la costa pacífica mientras que regiones como África, Australia y el sudeste asiático sufrieron sequías severas.

El impacto de estos fenómenos no se limita a las condiciones meteorológicas. También afectan de manera drástica la agricultura, la pesca, los ecosistemas marinos y la salud pública. La crisis de 1997-98, por ejemplo, provocó pérdidas económicas globales estimadas en 5,7 billones de dólares. Lo que resulta inquietante es que tanto El Niño como La Niña están mostrando una tendencia a durar más tiempo, lo que amplifica su potencial destructivo.

La persistencia de los fenómenos climáticos

Tradicionalmente, los eventos de El Niño tienen una duración aproximada de un año, alternando con La Niña en un ciclo irregular que oscila entre dos y siete años. Sin embargo, cuando estos fenómenos se prolongan, las consecuencias se agravan. Un año de sequía impulsada por El Niño puede desafiar los sistemas agrícolas, pero varios años consecutivos de sequía pueden llevar a su colapso. Un ejemplo reciente de esta tendencia es el evento de La Niña de 2020-2023, que se caracterizó por su duración inusual de tres años.

Un estudio reciente publicado en Nature Geoscience revela que los eventos de El Niño y La Niña de varios años han aumentado de manera constante en los últimos 7,000 años. La investigación, que incluye análisis de corales fósiles del Pacífico central, muestra que, en el Holoceno temprano, los eventos de un año eran la norma; sin embargo, con el paso del tiempo, los eventos de varios años se han vuelto cinco veces más comunes.

Este cambio se debe a alteraciones en la termoclina del océano Pacífico, que es la frontera entre las aguas cálidas de la superficie y las frías de las profundidades. Con el tiempo, esta capa se ha vuelto más superficial y estratificada, permitiendo interacciones más eficientes entre la atmósfera y el océano. Aunque estos cambios en la órbita terrestre han ocurrido de forma natural, el cambio climático inducido por el ser humano ha acelerado esta tendencia, haciendo que las condiciones sean aún más favorables para la persistencia de los fenómenos de El Niño y La Niña.

Las implicaciones de esta evolución son profundas. Si los eventos de El Niño siguen siendo más prolongados, podemos anticipar un aumento de sequías, olas de calor, incendios forestales y temporadas de huracanes intensos, lo que representará un desafío cada vez mayor para la agricultura, la pesca, los recursos hídricos y la respuesta a desastres. Las ciudades costeras, ya afectadas por el aumento del nivel del mar, podrían enfrentar marejadas aún más destructivas impulsadas por condiciones prolongadas de El Niño.

La comunidad científica advierte que, aunque no podamos cambiar la órbita de la Tierra, sí podemos reducir las emisiones de carbono, fortalecer las iniciativas de resiliencia climática y prepararnos para un clima cada vez más extremo. La evidencia es clara: El Niño y La Niña están aquí para quedarse, y sus consecuencias se sentirán en todo el mundo. La urgencia de actuar es inminente, antes de que la próxima ola de fenómenos climáticos de varios años nos golpee con fuerza.

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