
En un mundo cada vez más afectado por la contaminación, el problema de los micro y nanoplásticos se ha convertido en un tema candente en la comunidad científica y entre los ciudadanos. Un reciente estudio publicado en la revista Nature Communications ha arrojado luz sobre cómo se forman estas pequeñas partículas de plástico, que pueden ser más pequeñas que un virus y que se han encontrado en lugares tan diversos como la nieve de la Antártida y la sangre humana.
La investigación, liderada por Sanat Kumar y su equipo de la Universidad de Columbia, ha identificado el proceso molecular que provoca la fragmentación de los plásticos en cantidades alarmantes. Desde su introducción en el mercado hace 75 años, el plástico se ha vuelto omnipresente, y con ello, la generación de nanoplásticos, que representan el 75-80% de todos los plásticos utilizados, conocidos como polímeros semicristalinos.
Mecanismos de formación de nanoplásticos
Los plásticos presentan una estructura compuesta por capas alternas de material duro y blando. En las capas duras, las moléculas de plástico están organizadas en estructuras cristalinas robustas, mientras que en las blandas, carecen de una estructura definida y forman una masa amorfa. Esta combinación de capas otorga al plástico sus propiedades de ligereza y durabilidad. Sin embargo, la investigación ha demostrado que las capas blandas se debilitan con el tiempo debido a la degradación ambiental, lo que facilita la fragmentación incluso en condiciones de reposo, como en un vertedero. Cuando estas capas blandas fallan, los segmentos duros se liberan y se dispersan en el medio ambiente, convirtiéndose en las micro y nanoplásticos que perduran durante siglos.
Este proceso no solo plantea un problema ambiental, sino que también representa un riesgo significativo para la salud humana. Los fragmentos más pequeños pueden atravesar las células y alcanzar el núcleo, donde pueden interferir con el ADN, aumentando el riesgo de enfermedades como el cáncer y problemas cardiovasculares.
La investigación también sugiere que una posible solución de ingeniería podría ser modificar la arquitectura de las capas blandas para hacerlas más resistentes, lo que reduciría la cantidad de fragmentos cristalinos que se desprenden. En este contexto, es crucial revaluar la gestión de los plásticos: reciclar podría ser más rentable a largo plazo si se consideran los costes de salud derivados de la exposición a nanoplásticos.
En un momento en que la sostenibilidad y la salud pública son temas prioritarios, este estudio ofrece una perspectiva valiosa sobre la necesidad de innovar en la producción y gestión de plásticos, con el fin de mitigar sus efectos perjudiciales en nuestro entorno y en nuestro organismo.