La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha sufrido recientes recortes que han afectado profundamente a su División de Aprendizaje y Desarrollo Organizacional (DLOD), un área clave en la formación de personal de la agencia y profesionales de la salud externos. Según informes de CNBC, todos los empleados de esta división, más de 30 en total, han sido despedidos como parte de un plan más amplio de reestructuración del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) liderado por Robert F. Kennedy Jr., quien ha propuesto recortar hasta 10.000 puestos de trabajo en esta entidad.
La FDA, responsable de garantizar la seguridad y eficacia de medicamentos, dispositivos médicos, alimentos y cosméticos, ha justificado estos recortes bajo la premisa de «optimizar operaciones y centralizar funciones administrativas». Sin embargo, la eliminación de personal especializado que juega un papel crucial en la protección de la salud pública genera inquietudes sobre las repercusiones en la gestión de crisis sanitarias, como la respuesta a brotes de enfermedades avícolas y otros desafíos veterinarios.
Impacto en la formación y desarrollo profesional
El recorte en la DLOD implica la cancelación de todas las actividades programadas, que incluían la educación científica y regulatoria, así como el desarrollo organizacional y de liderazgo. Esta división había sido un recurso fundamental para la capacitación de médicos, enfermeros y farmacéuticos, formándolos en temas críticos como la seguridad en el uso de opioides, la prevención de errores de medicación y el manejo de enfermedades infecciosas.
Además, los empleados de la FDA han expresado su preocupación por la falta de recursos disponibles para el desarrollo profesional, lo que podría generar incertidumbre y confusión entre los profesionales de la salud. Sin un equipo dedicado a otorgar créditos de educación continua, los trabajadores ahora se enfrentan al reto de buscar y seleccionar sus propios cursos, lo que podría resultar en una pérdida de estándares de formación y una disminución en la calidad de la atención sanitaria.
Es significativo mencionar que la oficina que se encargaba de la acreditación de educación continua y consultas era financiada por tarifas de usuarios, no con fondos públicos, lo que plantea interrogantes sobre la lógica detrás de su eliminación. Este tipo de medidas, que parecen centrarse en la reducción de costos a corto plazo, podrían tener consecuencias a largo plazo en la eficacia de los programas de salud pública en Estados Unidos.
El futuro de la DLOD y sus empleados es incierto, y aunque Kennedy ha mencionado que algunos programas y personal podrían ser reintegrados, no hay claridad sobre si esto incluye a la división afectada. La falta de respuesta por parte de la FDA ante las solicitudes de comentarios solo añade más incertidumbre a una situación ya delicada.
