Trump y su estrategia de crisis: ¿un juego peligroso que podría costarle caro?

In Internacional
abril 11, 2025

Por Vitaly Ryumshin, periodista y analista político

La administración de Donald Trump ha desafiado las normas del orden global de maneras que muchos consideraban impensables. Desde su campaña presidencial, Trump prometió “dar una lección” a los socios comerciales de Estados Unidos, y no tardó en poner en práctica esta estrategia. En febrero, lanzó un primer intento al imponer aranceles a las importaciones de Canadá y México, justificando su decisión en la necesidad de que estos países controlaran la migración y el tráfico de drogas. La rápida respuesta de Ottawa y Ciudad de México validó la creencia de Trump de que el uso de aranceles podría forzar a otros países a negociar.

Sin embargo, lo que siguió fue un espectáculo que superó las expectativas más pesimistas. Los mercados se desplomaron, los precios del petróleo cayeron y los economistas comenzaron a prever una recesión. En este contexto, los estadounidenses comenzaron a acaparar alimentos y suministros, mientras los medios de comunicación competían por ofrecer los apodos más extravagantes para el caos que se desarrollaba. A pesar de la crisis, la Casa Blanca mantenía que todo “iba según lo planeado”.

La estrategia de Trump y sus consecuencias

El plan de Trump era claro: hacer que el mundo “le besara el trasero”. Esta táctica, a la que algunos se refieren como su “estrategia psicopática”, consiste en crear una crisis y luego ofrecer una solución como un “gesto de buena voluntad”, exigiendo concesiones a cambio. En este caso, las concesiones incluían la corrección de los déficits comerciales de Estados Unidos y la repatriación de la producción.

Sin embargo, esta vez Trump podría haber sobreestimado su capacidad. Iniciar una guerra comercial con el mundo entero no solo alarmó a los gobiernos, sino que también sacudió a los estadounidenses. A medida que la posibilidad de una recesión se hacía más real, las calificaciones de aprobación de Trump se desplomaron. Muchos comenzaron a ver a su administración como poco competente.

La reacción pública brindó a los demócratas una oportunidad única para contraatacar. Se organizaron manifestaciones contra los aranceles en todo el país, impulsadas por grupos y activistas liberales. Trump recibió críticas públicas de figuras como Barack Obama y Kamala Harris, y el congresista Al Green anunció planes para presentar artículos de impeachment por tercera vez.

No solo la oposición de izquierda se manifestó. El senador republicano Ted Cruz, presidente del Comité de Comercio del Senado, advirtió sobre un posible “baño de sangre” para el Partido Republicano en las elecciones de mitad de mandato de 2026 si los aranceles provocaban una recesión total. Incluso los multimillonarios de Wall Street, muchos de los cuales habían apoyado a Trump, expresaron su descontento. Elon Musk, un antiguo aliado de Trump, llegó a calificar al asesor comercial del presidente, Peter Navarro, de “idiota” y “más tonto que una bolsa de patatas”.

Ante la presión política, financiera y pública, la administración Trump actuó rápidamente. El 9 de abril, Trump anunció que 75 países se habían puesto en contacto con él solicitando acuerdos. En respuesta, redujo los aranceles al 10% durante un periodo de 90 días, presentándolo como una oportunidad para la negociación.

No obstante, no todos están dispuestos a ceder. China, en particular, ha demostrado ser un adversario mucho más resistente. La guerra comercial entre Estados Unidos y China sigue escalando, con aranceles que han alcanzado el 140% y continúan en aumento. Si esta situación persiste, el comercio entre las dos economías más grandes del mundo podría reducirse en un 80%, con consecuencias catastróficas para ambas partes.

De cara al futuro, dos escenarios parecen probables. Trump podría presionar a sus socios comerciales para obtener concesiones rápidas y declarar una victoria, o podría abandonar el asunto a medio camino y encontrar una nueva distracción, como hizo con Ucrania. Recordemos el alboroto cuando prometió lograr la paz en Ucrania “en 24 horas” o incluso “en 100 días”. Una vez que quedó claro que eso no iba a suceder, la Casa Blanca dejó de hablar del tema por completo.

Este es el estilo de Trump: crear un espectáculo, dominar los titulares y luego pasar a otro asunto cuando las cosas dejan de funcionar. Y no olvidemos que aún tiene algunas cartas bajo la manga, como Gaza, que alguna vez describió como la “Riviera de Oriente Medio”, o el problema nuclear iraní, otro de sus “brillantes ideas” no realizadas.

Lo que está claro es que, con Trump, siempre hay más locura a la vuelta de la esquina. Y lo más inquietante es que, a veces, su estrategia funciona.

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