
En Aotearoa Nueva Zelanda, diversas comunidades se enfrentan a la necesidad de considerar la reubicación debido a los efectos del cambio climático y otros riesgos naturales. Localidades como Kumeū, Kawatiri Westport y partes de Ōtepoti Dunedin están evaluando planes de reubicación, mientras que otras están llevando a cabo procesos de compra de propiedades y categorización de terrenos. Estos retiros planificados pueden reducir la exposición a peligros, pero las cargas sociales y culturales que conllevan la deslocalización de hogares y tierras son complejas.
Investigaciones internacionales han analizado los motivos, momentos y métodos de estos retiros, así como quién financia el proceso. Sin embargo, un aspecto menos explorado es qué ocurre con los lugares de los que nos retiramos. Un estudio reciente que abarca 161 casos internacionales de retiros planificados revela cómo ha cambiado el uso de la tierra tras la retirada de actividades humanas.
Los hallazgos indican una amplia gama de usos del suelo tras el retiro. En algunos casos, la planificación para los futuros usos de la tierra fue parte del proceso, mientras que en otros se observó una falta de consideración hacia estos espacios en transformación. Los retiros planificados han sido una respuesta a diversos riesgos climáticos y naturales, que incluyen el aumento del nivel del mar, la erosión costera, tsunamis, ciclones, terremotos y deslizamientos de tierra.
Legados de la naturaleza y de la sociedad
Los estudios de caso muestran conversiones significativas de terrenos privados a públicos, con la creación de nuevas reservas naturales y espacios abiertos. Estos sitios han sido rehabilitados, y los ecosistemas costeros y las llanuras aluviales han sido restaurados y reconectados. Los nuevos espacios abiertos son utilizados para diversos fines, desde reservas recreativas hasta áreas de gestión de aguas pluviales. Sin embargo, en algunos lugares, como Matatā en la Bahía de Plenty, las actividades permitidas en el entorno post-retiro están restringidas debido a riesgos de deslizamientos de tierra.
La planificación y la inversión en nuevas zonas de espacio abierto varían desde una rehabilitación básica hasta la creación de parques consolidados y reservas. Por ejemplo, el Grand Forks riverfront greenway en Estados Unidos ha evolucionado como un espacio recreativo que también sirve como medida de protección contra inundaciones. Las adaptaciones basadas en la naturaleza juegan un papel clave en este legado de retiro, como demuestra el Proyecto Twin Streams en Waitakere, Auckland, que transformó antiguos terrenos residenciales en reservas de drenaje.
No todos los retiros requieren un cambio significativo en el uso del suelo. Algunas actividades, como la agricultura y la preservación del patrimonio, pueden continuar, lo que sugiere que los retiros planificados no son siempre retiradas completas. En algunos casos, se mantiene una relación adaptada con el lugar, como en el caso de los residentes de Vunidogoloa en Fiji, que continúan accediendo a sus antiguas tierras para actividades de pesca y agricultura.
El desarrollo urbano en un número reducido de sitios retirados ha implicado una reorganización espacial integral, con planes para nuevas infraestructuras y espacios culturales. Un ejemplo de esto es el plan maestro de infraestructura del distrito de Caño Martín Peña en San Juan, Puerto Rico, que integra la planificación comunitaria con medidas de mitigación de inundaciones y desarrollo ecológico. Por otro lado, en los humedales del Parque Nacional Biesbosch en los Países Bajos, la decisión de eliminar diques y devolver el paisaje a un «paisaje acuático» se ha convertido en un atractivo turístico.
La falta de planificación post-retiro en algunos casos ha dejado pueblos fantasmas, como Pattonsburg en Misuri, que sirven como recordatorios inquietantes de los costos de vivir en zonas de peligro. Además, los terrenos vacantes y abandonados plantean preocupaciones sobre la justicia ambiental y los riesgos ecológicos asociados a los espacios de retiro.
Los 12 estudios de caso de Aotearoa Nueva Zelanda demuestran una variedad de nuevos usos del suelo, que incluyen reservas de espacio abierto, la restauración de llanuras aluviales y entornos costeros, así como medidas de mitigación de riesgos. La investigación destaca cómo los retiros planificados pueden crear una transición en los paisajes, con el potencial de generar un nuevo sentido de lugar y adaptación estratégica.
Es esencial que la definición y las prácticas de «retiro planificado» incluyan una planificación anticipada que considere los valores y usos que la tierra tuvo anteriormente. Cualquier reconfiguración de los paisajes debe imaginar un futuro que vaya más allá de la mera retirada de las personas.