
Gran parte del conocimiento científico sobre el sistema solar primitivo proviene de los meteoritos, rocas antiguas que viajan por el espacio y sobreviven a su entrada en la atmósfera terrestre. Dentro de los meteoritos, los llamados condritas carbonáceos son especialmente relevantes, ya que son considerados los más primitivos y ofrecen una visión única sobre la infancia del sistema solar. Estos meteoritos son ricos en agua, carbono y compuestos orgánicos, y se caracterizan por estar «hidratados», lo que significa que contienen agua unida a las estructuras cristalinas de los minerales que los componen. Muchos investigadores creen que estas antiguas rocas jugaron un papel crucial en la entrega de agua a la Tierra primitiva.
Los cuerpos que viajan por el espacio, ya sean asteroides, meteoroides o cometas, reciben diferentes denominaciones según su tamaño y composición. Cuando una parte de uno de estos objetos logra llegar a la Tierra, se convierte en un «meteorito». A través de telescopios, los científicos han observado que la mayoría de los asteroides poseen composiciones ricas en agua y carbono. Sin embargo, menos del 4% de los meteoritos encontrados en la Tierra son condritas carbonáceas, lo que plantea el interrogante sobre la razón de esta discrepancia. Un reciente estudio ha abordado esta cuestión, analizando la escasez de estos meteoritos en nuestro planeta.
Misión de retorno de muestras
La búsqueda de estos meteoritos ha impulsado varias misiones espaciales de retorno de muestras. Misiones como OSIRIS-REx de la NASA y Hayabusa2 de JAXA han transformado el conocimiento que los investigadores tienen sobre asteroides primitivos y ricos en carbono. A diferencia de los meteoritos que se encuentran en la Tierra, que están expuestos a la lluvia, la nieve y la vegetación, lo que puede alterar su composición y dificultar el análisis, estas misiones han permitido recolectar muestras sin alteraciones. La misión OSIRIS-REx visitó el asteroide Bennu para obtener una muestra que permite a los científicos examinar su composición con detalle, mientras que Hayabusa2 se dirigió al asteroide Ryugu, proporcionando muestras igualmente ricas en agua.
A pesar de que durante mucho tiempo se asumió que la atmósfera terrestre filtraba el material carbonáceo, investigaciones recientes sugieren que muchos fragmentos de asteroides no alcanzan la Tierra debido a su fragilidad. La exposición a temperaturas extremas y la presión durante su paso por la atmósfera afectan a estos meteoritos, que tienden a ser más débiles. La mayoría de los meteoritos inician su trayectoria tras la colisión de asteroides, generando fragmentos que pueden convertirse en meteoroides. Sin embargo, estos son demasiado pequeños para ser observados con telescopios, a menos que estén a punto de impactar la Tierra.