
En la plataforma TikTok, se han hecho virales «testimonios» de figuras históricas como Nikola Tesla o Marie Curie, quienes comparten breves mensajes relacionados con la ciencia. Este uso de avatares generados por inteligencia artificial para comunicar contenido científico ha comenzado a captar la atención, aunque no está exento de desafíos.
La generación de imágenes y animaciones mediante inteligencia artificial es un campo en constante evolución. Sin embargo, muchos de estos avatares, a pesar de su realismo, presentan fallos menores como errores visuales, retrasos o expresiones faciales y de sincronización labial inconsistentes, que aunque sutiles, pueden ser percibidos por el espectador humano.
Jasmin Baake, investigadora del Centro de Estudios Avanzados de Internet (CAIS) en Bochum, Alemania, y sus colegas han llevado a cabo un estudio publicado en el Journal of Science Communication sobre cómo estos avatares pueden provocar un fenómeno conocido en la ciencia cognitiva como el «valle inquietante».
El fenómeno del «valle inquietante»
El «valle inquietante» describe la reacción humana ante avatares humanoides (digitales o robóticos): cuando estos se asemejan a la realidad pero no lo logran del todo, pueden generar un fuerte desasosiego. En contraste, las figuras más estilizadas o caricaturescas tienden a ser mejor aceptadas.
Este fenómeno puede provocar un rechazo absoluto en los espectadores, lo que llevó a Baake y su equipo a indagar en qué medida las características humanoides de los avatares generados por IA influyen en la confiabilidad que los espectadores les otorgan.
“Nuestro objetivo era investigar la percepción de estos avatares, especialmente cómo su grado de realismo y su género podrían impactar en la percepción de confianza del receptor”, explica Baake.
El estudio, realizado en Alemania, involucró una serie de videos con avatares generados por IA que representaban comunicadores científicos, tanto masculinos como femeninos. Se plantearon cuatro condiciones experimentales, variando el realismo del avatar (muy alto vs. estilo caricaturesco) y el género (masculino o femenino).
Con casi 500 participantes reclutados de una muestra representativa en línea, se buscó reflejar la población en términos de edad, género y educación. A pesar de las expectativas iniciales que apuntaban a que los avatares más estilizados serían percibidos como más confiables, los resultados sorprendieron: los avatares realistas fueron valorados de manera más positiva que los de estilo caricaturesco.
Las encuestas realizadas a los participantes tras visualizar los videos evaluaron la competencia, integridad y benevolencia de los avatares, aspectos que reflejan la confianza percibida. Los avatares más realistas obtuvieron puntuaciones ligeramente superiores en estas dimensiones.
En cuanto al género, se observó un efecto parcial: aunque los avatares masculinos fueron considerados más competentes, no se encontraron diferencias significativas en términos de integridad o benevolencia. “No encontramos un descenso al valle inquietante con un mayor grado de realismo”, comenta Baake, quien añade que factores individuales, como el conocimiento previo sobre IA y la confianza en la ciencia, moderaron las percepciones de confianza.
Los hallazgos sugieren que los avatares más realistas son adecuados para comunicar contenido científico. Sin embargo, Baake enfatiza la necesidad de realizar estudios futuros que exploren un rango más amplio de niveles de realismo, para investigar si podría surgir un efecto intermedio de «valle inquietante» entre las condiciones estudiadas y cómo los observadores perciben la realidad de los avatares.