
En un reciente estudio publicado en la revista Icarus, investigadores del SETI Institute han arrojado luz sobre un fenómeno que ha intrigado a los astrónomos: la naturaleza impredecible de las lluvias de meteoros, en particular las que se originan en cometas de largo periodo, como el cometa Thatcher.
Según el autor principal, Stuart Pilorz, la clave para entender por qué estos cometas y sus corrientes de meteoroides se entrelazan y dispersan no reside en los tirones aleatorios de los planetas, sino en la influencia del sol en movimiento. «A diferencia de la concepción popular, no todo en el sistema solar orbita al sol. Tanto el sol como los planetas orbitan su centro de masa común, conocido como el barycenter del sistema solar», explica Pilorz.
El barycenter es el punto donde, metafóricamente, el dios griego Atlas equilibraría la masa del sol y los planetas. Aunque es común modelar el sistema solar con el sol en el centro por conveniencia, este enfoque puede no ser el más adecuado para comprender los procesos físicos que subyacen a la evolución orbital de los cometas de largo periodo, que tardan más de 200 años en completar una vuelta alrededor del sol.
El efecto del movimiento del sol en los meteoroides
Los cometas de largo periodo, que pasan la mayor parte de su vida alejados del sistema solar, son susceptibles a los tirones del barycenter. Sin embargo, cada pocos cientos de años, estos cometas se acercan al sol, lo que provoca que liberen partículas, conocidas como meteoroides. Estas partículas, que siguen la órbita del cometa, pueden variar en su trayectoria, generando así una corriente de meteoroides. Al formarse, estas corrientes son extremadamente delgadas, lo que reduce las posibilidades de que impacten la Tierra.
Pilorz y su colega Peter Jenniskens han estado investigando cómo estas corrientes de meteoroides se dispersan con el tiempo. «Un resultado principal de este estudio fue notar que al seguir el movimiento del sol alrededor del barycenter, se puede observar que la mayoría de lo que provoca la dispersión de los cometas y meteoroides es el impulso gravitacional que reciben del sol en movimiento cuando se acercan a él», comenta Pilorz.
Este fenómeno se asemeja a cómo se puede acelerar o desacelerar una nave espacial mediante encuentros planetarios. «El tren tiene que estar en movimiento para que funcione», añade Pilorz. Este movimiento del sol causa que los meteoroides en diferentes ubicaciones de la corriente reciban diferentes impulsos, provocando que la corriente se entrelace y disperse en el tiempo.
El estudio también revela que el movimiento del sol alrededor del barycenter provoca cambios en la inclinación y el nodo de la órbita de los meteoroides. Cuando el sol toma el control al acercarse y luego lo cede al barycenter al alejarse, los meteoroides experimentan pequeños pero significativos cambios en su trayectoria. Estos cambios son más evidentes en los intervalos de tiempo en que los meteoroides se encuentran entre las órbitas de Júpiter y Saturno.
Al analizar la dispersión de las lluvias de meteoros, el equipo ha calculado las edades de más de 200 corrientes de meteoroides de cometas de largo periodo, cuyos resultados fueron publicados en el libro de Jenniskens, «Atlas of Earth’s Meteor Showers». Este avance no solo mejora nuestra comprensión de las lluvias de meteoros, sino que también abre nuevas posibilidades para la búsqueda de los cometas progenitores de estas corrientes.