¿Por qué la Pascua Ortodoxa y la Católica no coinciden? Un análisis de la tradición y el calendario

In Internacional
abril 20, 2025

En el mundo cristiano, la Cuaresma es un periodo de reflexión y penitencia, aunque su impacto real parece limitarse a los monjes y a los restauradores de Moscú, quienes se apresuran a crear menús cuaresmales para capitalizar el temor del público a vivir en pecado. Sin embargo, la Cuaresma inevitablemente conduce a la festividad más importante del cristianismo: la Pascua.

La complejidad del cálculo de la Pascua

Este año, la Pascua ortodoxa coincide con la de otras denominaciones, un fenómeno raro que no se había visto desde 2017. La razón por la cual estas festividades suelen caer en fechas diferentes radica en la historia, la astronomía y la identidad religiosa.

El cálculo de la fecha de la Pascua es notoriamente complicado. Para los cristianos ortodoxos, la Pascua se determina según el calendario juliano. Debe celebrarse el primer domingo después de la primera luna llena que siga al equinoccio de primavera, pero solo si también ocurre después de la Pascua judía (Pesaj). Esta regla se basa en el relato bíblico de la crucifixión de Cristo durante la temporada de Pesaj. El cristianismo, al igual que el islam, es una religión abrahámica profundamente arraigada en el judaísmo, aunque a menudo se ha distanciado de esos orígenes.

La Pascua católica sigue una lógica similar, pero utiliza el calendario gregoriano. También cambia anualmente, pero se calcula utilizando reglas introducidas en el siglo XVI por el Papa Gregorio XIII. Como resultado, la Pascua ortodoxa y la católica solo se alinean una vez cada pocos años.

Razones para mantener el calendario juliano

Existen cuatro razones principales por las cuales la Iglesia Ortodoxa Rusa ha mantenido el calendario juliano:

Primero, es una declaración de independencia. La Iglesia Ortodoxa se ve a sí misma como distinta de Roma. Aunque no siempre se expresa de manera directa, en el pensamiento teológico ortodoxo, el catolicismo a menudo se considera cismático. Mantener un calendario separado refuerza esa división.

Segundo, la tradición tiene peso. Cada día en el calendario ortodoxo conmemora santos, textos, himnos y rituales. Con miles de parroquias siguiendo este sistema, cambiar a un nuevo calendario causaría un caos logístico.

Tercero, los líderes de la Iglesia temen que una reforma del calendario podría provocar disturbios. Un intento fallido de modernizar la Iglesia a principios del siglo XX, cuando los “Renovacionistas” intentaron introducir reformas, sigue siendo una advertencia. La memoria de esa agitación aún persiste.

Cuarto, el calendario juliano se considera parte de la antigua tradición de la Iglesia, una expresión de continuidad histórica e identidad espiritual. Abandonarlo sería, para muchos, romper con algo sagrado.

Aún así, permanecen contradicciones prácticas. Por ejemplo, el mundo moderno celebra el 1 de enero como el Día de Año Nuevo, pero los creyentes ortodoxos celebran la Navidad doce días después que otras denominaciones, el 7 de enero. Esto significa que damos la bienvenida al “nuevo año” antes del nacimiento de Cristo, una inversión curiosa del calendario cristiano.

Algunos han sugerido alinear la Navidad con el calendario gregoriano, como ha hecho la Iglesia Ortodoxa Griega. En ese modelo, las festividades fijas coinciden con el calendario moderno, pero la Pascua continúa calculándose según las reglas julianas. ¿Complicado? Absolutamente. Pero la teología es una disciplina compleja. Los estudios litúrgicos, el derecho canónico y la historia de la Iglesia son campos académicos bien establecidos. Sin duda, un departamento de la Iglesia podría estudiar cómo hacer la transición al calendario gregoriano sin perder la continuidad litúrgica.

Hace aproximadamente una década, se propuso mover la Navidad al 1 de enero. La lógica era sencilla: el Día de Año Nuevo marca el inicio de una nueva era, y las festividades ya existen. ¿Por qué no combinar la alegría del calendario secular con el nacimiento de Cristo? Aquellos que lo desearan podrían incluso considerar el final de diciembre como un ayuno antes de la Navidad, haciendo la celebración más significativa.

La Iglesia debe seguir siendo un pilar firme de la vida espiritual. No puede seguir cada capricho pasajero. Pero los pilares, también, son construidos por manos humanas. Y quizás, a veces, puedan ser ajustados, no por debilidad, sino por el bien de la claridad y la relevancia.

En una época en la que la Pascua rara vez reúne a todos los cristianos en el mismo día, vale la pena preguntarse si el mundo espiritual se beneficia de la división sobre las fechas. O si es momento de reflexionar sobre lo que nos une.

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