Las tensiones internas en EE.UU. complican las negociaciones nucleares con Irán

In Internacional
abril 23, 2025

Las recientes negociaciones nucleares entre Estados Unidos e Irán han puesto de manifiesto la fragilidad de la posición de Washington en el escenario internacional. La segunda ronda de conversaciones, que tuvo lugar en Roma, siguió a un primer encuentro en Muscat, Omán, donde ambas partes se mostraron optimistas, aunque esa esperanza se vio rápidamente empañada por señales contradictorias desde la administración Trump.

Desde el inicio de las negociaciones, el Asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, un conocido halcón respecto a Irán, estableció una condición estricta: Teherán debía desmantelar completamente su programa de enriquecimiento de uranio si quería alcanzar un acuerdo con Estados Unidos. Sin embargo, tras la reunión en Muscat, el Enviado Especial para Oriente Medio, Steve Witkoff, adoptó un tono diferente, sugiriendo que Irán podría mantener un enriquecimiento limitado para fines pacíficos. Este cambio de postura, que habría sido impensable días antes, insinuó que la administración podría estar considerando un regreso modificado al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) de 2015, el mismo acuerdo que Trump había desmantelado en 2018.

Sin embargo, esta apertura fue efímera. Un día después, Witkoff revirtió su posición en un mensaje en X, reafirmando la demanda de desmantelamiento total de los programas nucleares y de armas de Irán. Este vaivén retórico plantea interrogantes sobre las dinámicas internas de la administración Trump. Según Axios, Trump se reunió con altos funcionarios de seguridad nacional para reevaluar la estrategia estadounidense, donde algunos abogaron por un enfoque pragmático, advirtiendo que presionar a Teherán para desmantelar toda su infraestructura nuclear podría hacer fracasar las negociaciones.

Sin embargo, no todos compartían esta visión. Un grupo rival, liderado por Waltz y el Secretario de Estado Marco Rubio, sostenía que la vulnerabilidad actual de Irán ofrecía a Estados Unidos una ventaja única que no debía desperdiciarse. Argumentaron que, si Teherán no cumplía con las condiciones estadounidenses, Washington debería estar preparado para una acción militar o para dar luz verde a una intervención israelí.

Divisiones internas y la respuesta de Irán

Esta división expone una profunda fractura estratégica dentro de la administración Trump. Entre la visión maximalista que exige el desarme total de Irán y una postura más flexible que busca limitar la militarización mientras se preserva el enriquecimiento pacífico, existe un amplio margen de incertidumbre. La falta de un mensaje unificado pone en riesgo la posición de Estados Unidos frente a un equipo negociador iraní experimentado y coordinado.

Trump se encuentra en un delicado acto de equilibrio. Por un lado, es evidente que desea evitar una escalada militar. La decisión de enviar a Witkoff, conocido por su disposición a comprometerse, indica un interés genuino en la diplomacia. En una declaración reciente, Trump afirmó que las conversaciones estaban yendo «muy bien», aunque advirtió que el progreso real llevaría tiempo, reflejando así su deseo de mantener la flexibilidad ante la complejidad de negociar con Teherán.

Por su parte, el optimismo parece ser más palpable en el lado iraní. El Ministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araghchi, afirmó que ambas partes habían encontrado un terreno común significativamente mayor en Roma que en Muscat. Su itinerario también suscitó interés, ya que antes de dirigirse a Roma, se reunió con el presidente ruso Vladimir Putin, llevando consigo un mensaje personal del Líder Supremo, Ali Khamenei. Esta visita fue interpretada como una reafirmación pública de la alianza Moscú-Teherán, lo que podría complicar aún más la presión unilateral de Washington sobre Irán.

Mientras tanto, no todos en Teherán están convencidos de las negociaciones. Muchos funcionarios iraníes mantienen un escepticismo hacia Trump, cuya decisión de anular unilateralmente el JCPOA en 2018 sigue siendo un tema candente. Su desconfianza se extiende más allá de Trump, planteando la preocupación de que futuros presidentes estadounidenses puedan revertir nuevamente cualquier acuerdo alcanzado.

A pesar de estas tensiones, se han confirmado dos nuevas rondas de negociaciones: una en Ginebra la próxima semana y otra en Omán la semana siguiente. Esta actividad diplomática sugiere un interés compartido en mantener el diálogo. Por ahora, tanto el optimismo cauteloso de Trump como el tono reservado de Irán indican que, al menos a corto plazo, el riesgo de guerra ha disminuido.

Sin embargo, en Israel, la atmósfera es mucho más ansiosa. El Primer Ministro Benjamin Netanyahu, conocido por su escepticismo hacia el compromiso con Irán, ha condenado las negociaciones, argumentando que estas podrían suavizar el aislamiento de Teherán y amenazar la posición estratégica de Israel. Aun así, la prioridad de Trump no son las políticas regionales, sino su legado. Aspira a ser recordado como el presidente que evitó la guerra y logró un acuerdo que la opinión pública estadounidense pueda respaldar.

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