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Las aves que defienden su nido: ¿agresividad por necesidad?

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abril 28, 2025

Un equipo de investigación internacional, liderado por la profesora Sara Lipshutz de la Universidad de Duke, ha revelado que las aves hembra que anidan en cavidades son notablemente más agresivas que aquellas que tienen la libertad de elegir diversos lugares para construir sus nidos. Este hallazgo, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, ofrece una nueva perspectiva sobre el comportamiento de estas especies y su adaptación a entornos específicos.

Las aves que se clasifican como nido secundario obligatorio son aquellas que requieren cavidades preexistentes, como troncos de árboles o postes, para reproducirse. Según Lipshutz, estas aves no pueden excavar sus propios nidos, lo que les obliga a defender con ferocidad un recurso escaso y vital para su supervivencia. «Tienen que encontrar un agujero en un árbol, y esta es la única manera en que pueden reproducirse», explica la investigadora.

Comportamiento agresivo en el reino aviar

El estudio se centró en cinco familias de aves: golondrinas, warblers, gorriones, zorzales y reyezuelos. Los investigadores colocaron decoys y altavoces que reproducían los cantos correspondientes a cada especie en las cercanías de los nidos, observando cómo respondían las aves residentes. Los resultados mostraron que las hembras de nido secundario obligatorio eran mucho más agresivas que sus contrapartes que no tenían estas limitaciones.

Curiosamente, a diferencia de lo que se podría esperar, la agresividad no se correlacionó con la familia de las aves, sino con su estrategia de anidación. Las hembras de las especies que requieren cavidades mostraron ser más decididas en repeler intrusos, lo que podría explicarse por el alto costo que implicaría para ellas la pérdida de su nido.

A pesar de que la agresividad a menudo se asocia con niveles elevados de testosterona, el estudio reveló que las hembras de las especies que anidan en cavidades no presentaban mayores niveles de esta hormona. Esto lleva a cuestionar otros factores que podrían influir en la agresividad, incluyendo la genética. El equipo de Lipshutz examinó la expresión génica en las especies estudiadas y encontró que, aunque algunas similitudes existían, no se identificaron genes específicos que pudieran asociarse de manera consistente con la agresividad en todas las especies.

La investigadora Lipshutz concluyó que probablemente existen cientos de genes implicados en la agresividad, trabajando en conjunto de maneras sutiles y diversas entre las especies. Este descubrimiento sugiere que hay múltiples rutas evolutivas que conducen a comportamientos agresivos, abriendo un campo de estudio fascinante sobre cómo las aves se adaptan a sus entornos y luchan por su supervivencia.

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