
Un reciente estudio revela que, tras cien días de la nueva administración federal en Estados Unidos, una parte significativa de la población anticipa una pérdida de confianza en las recomendaciones de salud pública debido a los cambios en el liderazgo de las agencias de salud. Este sondeo, realizado por la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard y la Fundación de Beaumont, se llevó a cabo entre el 10 y el 31 de marzo de 2025, y abarcó a una muestra representativa de 3.343 adultos estadounidenses.
Los resultados indican que el 44% de los encuestados considera que la llegada de nuevos líderes a las agencias de salud federales disminuirá su confianza en las recomendaciones, con un 30% afirmando que confían «mucho menos». En contraste, solo el 28% sostiene que confiarán más en estas recomendaciones, siendo un 10% el que se pronuncia por un aumento considerable en su confianza.
División política en la confianza hacia la salud pública
A pesar de que la confianza en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) se ha mantenido relativamente estable desde la pandemia de COVID-19, las proyecciones para el futuro son preocupantes. Solo el 28% de los encuestados confía en que la nueva administración aumentará su credibilidad, mientras que más del 40% prevé una disminución. Este desencanto se acentúa entre los demócratas, de los cuales el 76% espera perder confianza, frente a un 57% de los republicanos que creen que su confianza aumentará.
Las opiniones están marcadamente polarizadas, ya que el 52% de los encuestados cree que el CDC funcionará peor en los próximos cuatro años, mientras que el 48% considera que lo hará mejor. Esta percepción está fuertemente influenciada por la afiliación política: un 80% de los republicanos confía en una mejora, mientras que un 83% de los demócratas expresa su preocupación por un desempeño inferior.
Entre los que esperan una peor actuación del CDC, las preocupaciones son variadas. Un 76% teme que las recomendaciones de salud se vean influenciadas por intereses políticos, mientras que el 75% se muestra preocupado por recortes excesivos en programas esenciales. Asimismo, un 70% teme que se reduzca el acceso a información vital sobre salud, como la relacionada con las vacunas.
A pesar de estas divisiones, el estudio también revela áreas de consenso bipartidista. Los encuestados de ambos lados coinciden en que la prevención de enfermedades crónicas, la protección contra nuevos virus y la reducción de la mortalidad materna e infantil deberían ser las principales prioridades para las agencias de salud en los próximos cuatro años. Un alto porcentaje de demócratas y republicanos coincide en la necesidad de abordar cuestiones como la salud mental y la adicción a sustancias.
Las conclusiones de este estudio indican que, a medida que se presentan nuevos desafíos para la salud pública, es imperativo que los líderes trabajen de manera conjunta para restaurar y fortalecer la confianza del público en las instituciones de salud. La percepción de que la salud pública debe ser un asunto que trasciende las líneas partidistas es más relevante que nunca en un contexto donde la polarización puede comprometer la efectividad de las políticas de salud.