
La búsqueda de la felicidad ha sido un tema recurrente en la historia de la humanidad, provocando un intenso debate sobre sus fuentes y determinantes. Un nuevo estudio publicado en Nature Human Behavior aporta luz sobre este complejo asunto, sugiriendo que la felicidad puede surgir tanto de factores internos como externos, y que su origen varía según cada individuo.
Los esfuerzos por comprender la felicidad han tomado forma en iniciativas como el Informe Mundial de la Felicidad, que busca mejorar el bienestar a nivel global. Según Emorie Beck, profesora asistente de psicología en la Universidad de California, Davis y autora principal del estudio, “es fundamental entender las fuentes de la felicidad para construir intervenciones efectivas”.
Modelos de la felicidad
El estudio explora tres modelos principales sobre la felicidad. El primero, conocido como perspectiva “de abajo hacia arriba”, sostiene que nuestra satisfacción general se deriva de la satisfacción en diferentes áreas de la vida, como la riqueza, el trabajo gratificante y las relaciones satisfactorias. Este modelo ha sido el enfoque de muchas encuestas, que sugieren que se puede incrementar la felicidad a nivel social a través de políticas que mejoren la calidad de vida.
Sin embargo, Beck señala que “todos conocemos personas que, a pesar de haber experimentado eventos traumáticos, parecen ser felices”. Esto sugiere un segundo modelo, la perspectiva “de arriba hacia abajo”, donde la felicidad no proviene de las circunstancias externas, sino de actitudes y cualidades personales. Este enfoque implica que la mejora de la felicidad puede lograrse a través de prácticas como la meditación o la terapia.
El tercer modelo es bidireccional, indicando que los factores internos y externos interactúan para influir en la felicidad general. Desde esta perspectiva, se argumenta que abordar tanto factores intrínsecos como externos puede contribuir a un mayor bienestar.
Beck y sus coautores, Joshua Jackson, Felix Cheung y Stuti Thapa, analizaron los determinantes de la felicidad en una muestra de más de 40,000 personas de varios países, incluidos Alemania, Gran Bretaña, Suiza, los Países Bajos y Australia. Los resultados mostraron que los patrones de felicidad se distribuyen de manera casi equitativa entre aquellos que dependen de factores externos, los que dependen de factores internos, los que presentan una interacción entre ambos y aquellos cuya relación es incierta.
El estudio revela que medir el bienestar subjetivo a nivel poblacional no refleja necesariamente la experiencia individual. Para mejorar la felicidad a nivel social, las políticas deben abordar tanto factores externos, como la salud y el empleo, como cualidades individuales, como la resiliencia y el propósito vital. Beck enfatiza que las políticas más efectivas deben ser personalizadas, ya que lo que funciona para uno puede no ser efectivo para otro.