
El Futuro de los Fantasmas Generativos: Ética y Tecnología
Imaginemos un escenario en el que un padre utiliza inteligencia artificial para crear una réplica digital de su hijo fallecido. Esta versión virtual podría comportarse como un niño pequeño, replicando su forma de hablar y su apariencia. Sin embargo, surge la cuestión de si esta inteligencia artificial debería evolucionar con el tiempo, convirtiéndose en un adolescente o un adulto. Este dilema es parte del debate en torno a los llamados «fantasmas generativos», un concepto propuesto por investigadores de Google DeepMind y la Universidad de Colorado Boulder. Con el avance de la tecnología, las posibilidades de crear una vida artificial tras la muerte parecen cada vez más alcanzables y accesibles.
El uso de la inteligencia artificial para perpetuar la memoria de los seres queridos ya ha comenzado a tomar forma en el mercado. Empresas como Re;memory permiten crear versiones virtuales interactivas de personas tras un proceso de entrevistas y grabaciones. Similarmente, HereAfter AI ofrece una aplicación que entrevista a individuos para generar una versión digital que pueda interactuar con sus familiares después de su fallecimiento. Estas innovaciones, aunque todavía en sus primeras etapas, muestran un creciente interés por parte de la sociedad en mantener conexiones con aquellos que han partido, especialmente en culturas donde la relación con los antepasados es más habitual.
Sin embargo, el surgimiento de estos fantasmas generativos también plantea una serie de riesgos éticos y emocionales. Uno de los principales peligros es la posible dependencia emocional de estas representaciones digitales, que podrían llevar a las personas a experimentar un duelo complicado. Además, la cuestión de la privacidad y la reputación se vuelve crucial; una inteligencia artificial programada con la información de una persona fallecida podría revelar aspectos de su vida que no debieron salir a la luz. Asimismo, existe el riesgo de que estas entidades sean utilizadas de manera malintencionada, ya sea para acosar a otros o incluso para realizar actividades ilegales. La complejidad de estos desafíos llama a una reflexión profunda sobre el futuro de la inteligencia artificial y su impacto en la vida y la muerte.