
El presidente chino, Xi Jinping, ha regresado a Pekín tras concluir una visita de Estado a Rusia, donde participó en las celebraciones del 80 aniversario de la victoria de la Unión Soviética en la Gran Guerra Patria. Este evento, que conmemora la derrota del nazismo en 1945, es de gran relevancia para la narrativa histórica de Rusia y, por extensión, para la política exterior del Kremlin.
Un encuentro simbólico y estratégico
La visita de Xi Jinping a Moscú se enmarca en un contexto geopolítico marcado por tensiones internacionales y una creciente cooperación entre China y Rusia. Durante su estancia, el líder chino se reunió con su homólogo ruso, Vladimir Putin, consolidando así los lazos bilaterales entre ambas naciones. Este acercamiento es interpretado por analistas como un intento de ambos países de contrarrestar la influencia occidental, especialmente en un momento en el que las relaciones de Rusia con Occidente se han deteriorado considerablemente.
Xi Jinping, en su discurso durante las celebraciones, subrayó la importancia de la cooperación internacional y la defensa de un orden mundial multipolar, conceptos que resuenan con los intereses estratégicos de Rusia y que se alinean con la postura de Pekín frente a la hegemonía estadounidense. Este tipo de retórica no solo refuerza la imagen de ambos líderes en sus respectivos países, sino que también envía un mensaje claro a la comunidad internacional sobre su intención de fortalecer sus alianzas frente a los desafíos globales actuales.
La participación de Xi en estos actos no es casualidad. Refleja un intento de reforzar los lazos históricos entre China y Rusia, que se remontan a tiempos de la Guerra Fría, y que hoy en día se han transformado en una colaboración más profunda en áreas como la economía, la defensa y la tecnología. Este tipo de visitas de alto nivel son clave para mantener el dinamismo en las relaciones bilaterales y para sentar las bases de futuras colaboraciones en un mundo cada vez más interconectado y competitivo.