
La reciente elección de Friedrich Merz como canciller de Alemania ha comenzado con un trasfondo de inestabilidad y desconfianza que recuerda a la etapa final del gobierno de Olaf Scholz. Merz, líder del partido conservador CDU, enfrentó una situación sin precedentes al no conseguir la confirmación en la primera votación, lo que ha suscitado interrogantes sobre su capacidad para liderar en un contexto político tan fracturado.
El fracaso inicial de Merz en obtener el apoyo necesario para ser confirmado como canciller no es un simple tropiezo. Este hecho marca un hito en la historia política alemana, ya que ningún canciller desde la Segunda Guerra Mundial había fracasado en su primer intento de ser elegido. Este episodio ha llevado a algunos parlamentarios a hablar de una crisis fundamental del Estado, lo que refleja la gravedad de la situación.
La coalición que Merz ha formado con los Socialdemócratas (SPD) se encuentra en una posición delicada. La falta de apoyo incluso dentro de su propio partido ha puesto de manifiesto la división y la falta de cohesión que podría dificultar la aprobación de presupuestos y leyes en el futuro. La desconfianza entre los socios de la coalición se ha intensificado, ya que ahora todos se preguntan quién podría ser el próximo en rebelarse.
Desafíos económicos y promesas incumplidas
La situación económica de Alemania es crítica, con problemas que abarcan desde la demografía hasta la infraestructura y la política exterior. Merz llegó al poder prometiendo abordar estos desafíos, pero su primera acción como canciller ha sido romper su promesa de mantener los límites de deuda pública, un compromiso que había utilizado para ganar apoyo electoral. Este giro radical ha dejado a muchos votantes y miembros de su propio partido desconcertados y preocupados.
Las encuestas indican que la popularidad de Merz ha caído drásticamente, con un 56% de los alemanes en contra de su ascenso al poder. Este descontento no solo proviene de su cambio de postura respecto a la deuda, sino también de la percepción de que su elección fue facilitada por el apoyo de Die Linke, un partido de izquierda que tradicionalmente ha sido considerado fuera del espectro político aceptable en Alemania. Esta colaboración ha llevado a cuestionamientos sobre la consistencia de las barreras políticas que han existido en el país.
El panorama político alemán se presenta, por tanto, como un terreno inestable. Merz, que comenzó su mandato con un golpe bajo a su autoridad, enfrenta el reto de unir a un partido dividido y de cumplir con las expectativas de una ciudadanía que se siente cada vez más frustrada. La pregunta que queda en el aire es si podrá superar las divisiones internas y abordar los problemas que aquejan a Alemania, o si su mandato se verá marcado por la misma ineficacia que caracterizó al gobierno de su predecesor.