
En las selvas de Gabón, bajo la superficie de un fruto amarillo y en las raíces de la planta de iboga, se esconde un tesoro sagrado que el país busca aprovechar. Durante siglos, esta planta psicotrópica ha sido consumida por devotos religiosos, quienes aseguran que posee propiedades para combatir la adicción. Hoy en día, Gabón está ante la oportunidad de capitalizar el creciente interés que ha suscitado entre visitantes, pacientes psiquiátricos y grandes compañías farmacéuticas.
Teddy Van Bonda Ndong, un iniciado en la tradición espiritual Bwiti, describe el iboga como «madera sagrada», consumiéndola diariamente en pequeñas dosis para su «salud mental y física». Stephen Windsor-Clive, un británico de 68 años, también ha experimentado con el iboga, al que considera una «fuerza misteriosa» capaz de ayudar a los seres humanos.
El potencial económico
Dada la creciente demanda, Gabón se esfuerza por integrar el iboga en el mercado internacional. Actualmente, las exportaciones de productos de iboga, incluyendo su ingrediente activo, la ibogaína, son limitadas y estrictamente reguladas. Aunque la planta crece principalmente en estado silvestre, la oficial del ministerio de bosques, Florence Minko, menciona que «cada vez se hace más esfuerzo por domesticar la planta».
La ibogaína, aunque potencialmente tóxica en altas dosis, puede tener efectos similares a los de sustancias como el LSD o las anfetaminas, y se cree que puede ayudar a los adictos a superar sus hábitos y tratar trastornos de estrés postraumático y enfermedades neurológicas. Yoan Mboussou, un microbiólogo local y también iniciado en la tradición Bwiti, espera obtener una licencia de exportación para las cápsulas de ibogaína que produce en su laboratorio cerca de Libreville. Las vende como suplementos alimenticios, destacando sus propiedades «anti-fatiga, antioxidantes y anti-adictivas».
Sin embargo, el uso del iboga enfrenta retos en el ámbito internacional, ya que países como Estados Unidos y Francia lo clasifican como narcótico debido a los riesgos para la salud, especialmente problemas cardíacos. A pesar de esto, se utiliza en centros de tratamiento en naciones como los Países Bajos, México y Portugal.
Numerosos estudios han evaluado tanto los efectos positivos como negativos de la iboga, resultando en una serie de patentes internacionales para tratamientos terapéuticos basados en la ibogaína. Yann Guignon, de la organización de conservación gabonesa Blessings Of The Forest, señala que «la mayoría de esas patentes se basan en estudios sobre el uso del iboga por parte del pueblo gabonés, particularmente por los practicantes de Bwiti».
A pesar de los beneficios terapéuticos, Gabón no ha logrado posicionarse adecuadamente en este mercado. «No se ha desarrollado una política industrial adecuada ni laboratorios de procesamiento», agrega Guignon, quien advierte que laboratorios en el extranjero han comenzado a producir ibogaína sintética a partir de otras plantas, como la Voacanga africana, que se encuentra en mayores cantidades en países como Ghana y México.
En este contexto, Minko resalta que solo una empresa en Gabón tiene licencia para exportar productos de iboga, aunque se espera que esta cifra aumente en los próximos años. «Estamos elaborando una estrategia nacional para la conservación y el uso sostenible del producto», afirma, enfatizando la importancia de obtener un certificado de origen «hecho en Gabón» para el iboga.
A medida que más personas, como Windsor-Clive y el visitante Tafara Kennedy Chinyere, viajan a Gabón en busca de alivio para sus problemas mentales a través del iboga, el país tiene ante sí la oportunidad de desarrollar un recurso que podría no solo beneficiar a su economía, sino también a la salud de sus ciudadanos y de muchos otros en el mundo.