
La planificación para el cuidado a largo plazo se ha convertido en una preocupación creciente en la sociedad actual, especialmente en un contexto donde el envejecimiento de la población es cada vez más evidente. En Estados Unidos, se estima que más del 57% de las personas que cumplen 65 años hoy en día desarrollarán alguna discapacidad que requerirá atención a largo plazo, lo que plantea serios desafíos financieros para muchas familias.
Según un informe de 2022 del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. y el Urban Institute, el costo promedio del cuidado a largo plazo para una persona que cumple 65 años es de aproximadamente 122,400 dólares. Esta cifra se eleva considerablemente cuando se considera que algunas personas necesitarán atención durante muchos años, alcanzando costos de vida que pueden superar los cientos de miles de dólares, una suma inalcanzable para muchas familias estadounidenses.
Retos económicos y falta de preparación
La falta de preparación financiera para enfrentar estos gastos es alarmante. Muchos trabajadores no cuentan con ahorros suficientes para su jubilación, y la mayoría no tiene un seguro de cuidado a largo plazo. Un estudio reciente revela que solo el 29% de los futuros cuidadores estima el costo de atención a largo plazo, y de aquellos que lo hacen, el 37% considera que el gasto anual será inferior a 25,000 dólares, una cifra que está muy lejos de la realidad.
El costo del cuidado puede variar significativamente según el estado y el tipo de servicio. En términos nacionales, el costo promedio para un asistente de salud a domicilio es de aproximadamente 6,300 dólares al mes, mientras que una habitación privada en un hogar de ancianos puede ascender a 9,700 dólares al mes. Esta variabilidad en los costos pone de manifiesto la necesidad de una estrategia financiera más robusta y consciente.
Los expertos advierten que, a pesar de que muchos hogares creen estar preparados, la realidad es que la mayoría de los seguros de salud no cubren los servicios de cuidado a largo plazo. Medicare, por ejemplo, solo cubre parcialmente el cuidado «habilitado» durante los primeros 100 días, lo que deja a muchas familias enfrentadas a una carga financiera considerable si se requiere asistencia en actividades diarias como bañarse o vestirse.
La Medicaid, que actualmente es el mayor pagador de costos de cuidado a largo plazo, se convierte en una opción para aquellos que cumplen con los requisitos, que a menudo son personas de bajos ingresos. Sin embargo, para calificar, muchas familias deben agotar una gran parte de sus activos financieros, lo que refleja un sistema que, en lugar de apoyar a las familias, las empuja a situaciones precarias.
En este contexto, algunas administraciones estatales en EE. UU. están explorando la posibilidad de implementar programas de seguro de cuidado a largo plazo, como es el caso de Washington, que ya cuenta con un programa público. Sin embargo, la falta de cobertura adecuada a nivel federal continúa siendo un gran obstáculo para el acceso a una atención digna y asequible.
Desde una perspectiva más amplia, este problema no se limita a los Estados Unidos. En muchos países, incluida España, el envejecimiento de la población plantea desafíos similares, donde la atención a largo plazo se convierte en un tema de discusión crucial. Los gobiernos deben encontrar formas de garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a servicios de salud y cuidado adecuados, evitando así que las familias tengan que cargar con el peso financiero de manera desproporcionada.