
La investigación sobre la relación entre el entorno urbano y las emociones humanas está avanzando gracias al uso de herramientas de inteligencia artificial. Jayedi Aman, profesor asistente de estudios arquitectónicos en la Universidad de Missouri, y Tim Matisziw, profesor de geografía e ingeniería, han desarrollado un innovador enfoque para mapear los sentimientos en las ciudades. Su trabajo se centra en cómo las características físicas de un entorno pueden influir en las emociones de las personas que lo habitan.
En su estudio titulado Urban sentiment mapping using language and vision models in spatial analysis, publicado en Frontiers in Computer Science, los investigadores utilizaron publicaciones de Instagram geolocalizadas para entrenar un sistema de inteligencia artificial que analiza el tono emocional presente en las imágenes y textos. De esta manera, lograron identificar si las personas se sentían felices, frustradas o relajadas en función de sus publicaciones.
Utilizando Google Street View, los investigadores combinaron esta información emocional con las características visuales de los lugares donde se realizaron las publicaciones. El resultado fue un mapa digital de «sentimientos» que refleja cómo se sienten las personas en diferentes zonas de la ciudad en tiempo real. Esta herramienta tiene el potencial de transformar la manera en que los líderes urbanos toman decisiones, proporcionando datos inmediatos y relevantes que complementan los métodos tradicionales de encuesta.
Un enfoque innovador para la planificación urbana
Aman, quien lidera el recién establecido Laboratorio de Inteligencia Espacial en Mizzou, señala que este tipo de mapeo emocional puede ser crucial para la mejora de los servicios urbanos. Por ejemplo, si un nuevo parque recibe numerosas publicaciones positivas, se puede investigar qué factores contribuyen a esa satisfacción, ya sea el espacio verde, la tranquilidad o el sentido de comunidad que genera.
Además de los parques, esta metodología puede ayudar a las autoridades a identificar áreas donde los ciudadanos se sienten inseguros, a planificar respuestas ante emergencias o a evaluar el bienestar público tras desastres naturales. «La inteligencia artificial no reemplaza la opinión humana, sino que proporciona una vía adicional para detectar patrones y tendencias que podrían pasar desapercibidos», afirma Matisziw.
Los autores del estudio anticipan que la información sobre las emociones de los ciudadanos podría integrarse en herramientas digitales que actualmente se utilizan para la gestión del tráfico y las condiciones climáticas. «Imaginamos un futuro donde los datos sobre cómo se siente la gente se conviertan en una parte esencial de los paneles de control de las ciudades», concluye Aman. Este enfoque no solo busca que las ciudades sean funcionales, sino que también respondan emocionalmente a las necesidades de sus habitantes.