
La Evidencia de ADN en la Investigación Criminal: La Herramienta de las Órdenes de Arresto John Doe
La evidencia de ADN se ha convertido en un pilar fundamental en la labor policial moderna. Su aplicación se extiende desde la genealogía genética hasta el uso de material previamente recolectado antes de los avances tecnológicos en las pruebas. Una de las herramientas más recientes que ha captado la atención pública es la orden de arresto John Doe, que permite identificar a sospechosos cuyo nombre no se conoce, utilizando ADN recuperado de la escena del crimen. Esto resulta especialmente útil en casos que podrían haber superado el plazo de prescripción según la ley.
Recientemente, el caso de Grant Hardin, un exjefe de policía condenado por asesinato y violación que escapó de una prisión en Arkansas, ha puesto de relieve el uso de estas órdenes. Hardin, quien había sido identificado tras la introducción de su ADN en la base de datos del estado, apareció vinculado a un caso de violación ocurrido en 1997. Este suceso destaca cómo las órdenes John Doe pueden revivir investigaciones que parecían cerradas, al encontrar coincidencias con muestras de ADN del pasado.
A pesar de su eficacia, el uso de órdenes de arresto John Doe ha suscitado un debate considerable entre expertos legales. Si bien algunos las ven como una nueva oportunidad para la justicia, otros advierten que el ADN no es infalible y que su uso podría infringir los derechos de los sospechosos. Organizaciones profesionales han argumentado en contra de estas prácticas, señalando que podrían obstaculizar la capacidad de los acusados para defenderse adecuadamente, además de plantear preocupaciones sobre la fiabilidad de las pruebas de ADN debido a la degradación con el tiempo y problemas en la recolección y almacenamiento de muestras. Este dilema continúa alimentando la discusión sobre la ética y la legalidad en la aplicación de la justicia penal moderna.