La muerte de una loba costera en el sureste de Alaska ha desatado una oleada de investigaciones sobre el impacto del mercurio en la fauna local. La loba, identificada como No. 202006, fue encontrada muerta en 2020 a la edad de solo cuatro años. Un estudio posterior reveló que su organismo contenía concentraciones de mercurio sin precedentes en el hígado, los riñones y otros tejidos.
Gretchen Roffler, bióloga de investigación de vida silvestre en el Departamento de Pesca y Caza de Alaska, lideró las pesquisas iniciales. Tras realizar una necropsia y varios análisis de tejidos, se encontró que la loba había consumido una dieta que incluía principalmente nutrias marinas, lo que la expuso a altos niveles de mercurio, a diferencia de otros lobos que se alimentan de ciervos y alces.
El mercurio en la cadena alimentaria
Según el Dr. Ben Barst, profesor asistente en la Universidad de Calgary y experto en ecotoxicología, el mercurio es un elemento natural que se libera a la atmósfera principalmente a través de la combustión de carbón y la minería del oro. Este metal, que puede presentarse en forma líquida o vapor, se transforma en metilmercurio en ambientes acuáticos, siendo este último una forma orgánica que se acumula en la cadena alimentaria, alcanzando concentraciones peligrosas en depredadores como los lobos.
El estudio, publicado en la revista Science of The Total Environment, compara las poblaciones de lobos de Pleasant Island, donde el 70% de su dieta se compone de nutrias marinas, con las de la población continental que se alimenta mayoritariamente de ciervos. Los resultados indicaron que los lobos de Pleasant Island presentaban las concentraciones más altas de mercurio.
Las investigaciones continúan para determinar el impacto del mercurio en la salud de los lobos. Aunque no se ha podido establecer con certeza la causa de la muerte de la loba No. 202006, la acumulación de mercurio podría ser un factor determinante.
Además, se ha planteado una posible conexión entre el cambio climático y el aumento de los niveles de mercurio en el medio ambiente. Barst señala que el derretimiento de los glaciares en Alaska, que está ocurriendo a un ritmo alarmante, podría liberar grandes cantidades de mercurio contenido en las rocas. Este mercurio podría terminar en el ecosistema marino, exacerbando el problema de la contaminación.
Este estudio no solo destaca la vulnerabilidad de la fauna local ante la contaminación, sino que también sugiere que el problema podría ser más extendido de lo que se pensaba inicialmente, afectando a otras poblaciones de lobos en Alaska y en la Columbia Británica.
