
Wes Anderson, conocido por su estilo visual distintivo y su capacidad para crear mundos inmersivos, parece estar enfrentando críticas cada vez más duras a medida que avanza su carrera. Tras el estreno de su película Asteroid City en 2023, su último trabajo, The Phoenician Scheme, ha suscitado dudas sobre si el director estadounidense ha caído en la repetición de fórmulas sin aportar la profundidad emocional que caracterizaba a sus obras anteriores.
Ambientada en 1950, The Phoenician Scheme inicia su narrativa con un fuerte impacto: el magnate corrupto Anatole “Zsa-zsa” Korda, interpretado por Benicio Del Toro, intenta sobrevivir a un atentado en su contra mientras lidia con un accidente aéreo. Este comienzo explosivo promete una aventura emocionante y llena de giros. Sin embargo, a medida que avanza la trama, se vuelve evidente que la película no logra alcanzar las altas expectativas que genera.
Korda se dirige a su hija Liesl (Mia Threapleton), a quien ha nombrado su única heredera, a pesar de tener nueve hijos varones. Liesl, en su camino hacia convertirse en monja, se siente en conflicto con las prácticas poco éticas de su padre. A lo largo de la película, Korda intenta reunir apoyos para un ambicioso proyecto en el ficticio país de Fenicia, lo que los lleva a un viaje veloz que incluye la aparición de un elenco de famosos como Tom Hanks y Scarlett Johansson.
A pesar de contar con un elenco estelar, el filme se siente superficial y las interacciones no logran resonar emocionalmente. Los diálogos, rápidos y elaborados, no tienen el impacto que se esperaría en una obra de Anderson; el humor se convierte en una repetición cansina, y los personajes carecen de la evolución que una vez definió a sus protagonistas. A diferencia de trabajos anteriores como The Life Aquatic With Steve Zissou o The Grand Budapest Hotel, en los que había un equilibrio entre la estética y la profundidad emocional, The Phoenician Scheme parece haber perdido esa conexión.
Aunque la dirección de arte y la atención al detalle siguen siendo impresionantes, con la estética característica de Anderson en plena exhibición, la falta de un núcleo emocional sustancial deja un vacío. Incluso los cameos, como el de Bill Murray en un rol breve, no logran rescatar la falta de contenido significativo. La película, aunque estilísticamente atractiva, se percibe como una serie de trucos visuales sin un propósito claro.
La crítica hacia The Phoenician Scheme se suma a las que ya se dirigieron a Asteroid City, sugiriendo que Anderson, quien ha cultivado un estilo único, podría estar más interesado en disfrutar de su propio proceso creativo que en ofrecer a su audiencia una experiencia emocionalmente gratificante. La obra, que podría haber sido una evolución de su estilo, termina sintiéndose como una repetición de elementos que, si bien son visualmente estimulantes, carecen del alma que alguna vez definió su cine.
En un momento en que el cine busca conectar con el espectador a través de narrativas más profundas, la última entrega de Anderson podría servir como un recordatorio de que la originalidad y la emoción deben ir de la mano. A medida que se estrena The Phoenician Scheme en cines, queda la duda de si el director podrá recuperar su esencia creativa en futuros proyectos.