Las previsiones del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC, por sus siglas en inglés) para el año 2024 han alcanzado un nivel de precisión sin precedentes. Desde las predicciones a un día de anticipación, cuando los ciclones tropicales se aproximan a la costa, hasta las proyecciones que abarcan hasta cinco días, la exactitud de las previsiones ha mejorado significativamente. Este avance en la precisión se debe a la investigación financiada por el gobierno, que ha permitido que las estimaciones de las trayectorias de los ciclones tropicales sean hasta un 75% más exactas que en 1990. De hecho, una previsión a tres días hoy en día es tan precisa como una predicción a un día del año 2002, lo que brinda a las comunidades en riesgo más tiempo para prepararse y reduce la magnitud de las evacuaciones necesarias.
La precisión en las previsiones será crucial para el año 2025, ya que se anticipa otra activa temporada de huracanes en el Atlántico, que se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre. Sin embargo, los recortes de personal y las amenazas de financiación en la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) —que incluye al NHC y al Servicio Meteorológico Nacional— están comprometiendo las operaciones necesarias para realizar estas previsiones. Los meteorólogos de todo el país, incluidos los de medios de comunicación y empresas privadas, dependen de los datos proporcionados por la NOAA, y la pérdida de recursos podría afectar gravemente la precisión de las predicciones meteorológicas.
Componentes esenciales de la previsión meteorológica
Para entender cómo se comportará un huracán, los meteorólogos deben tener información sobre la atmósfera en regiones alejadas de las costas del Atlántico y del Golfo de México. Las corrientes de viento que rodean a los huracanes son fundamentales para determinar su trayectoria. Actualmente, los científicos utilizan globos meteorológicos para medir estas corrientes, ya que los satélites no son capaces de obtener datos directos. Estos globos recogen información vital sobre la temperatura, la humedad relativa, la velocidad y dirección del viento, y la presión atmosférica, elementos esenciales para calibrar los complejos modelos que los meteorólogos utilizan para realizar sus estimaciones.
Durante más de 80 años, los llamados «Cazadores de Huracanes», que forman parte de la Reserva de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y de la NOAA, han volado aviones dentro de los huracanes para medir su fuerza y ayudar a prever su trayectoria y el potencial de daño. Estos vuelos recogen datos que los satélites no pueden obtener, utilizando radares Doppler y LiDAR para medir los cambios en la temperatura y la humedad. Además, se lanzan sondas para medir la temperatura del océano en profundidad, lo que ayuda a determinar la cantidad de agua caliente disponible para alimentar la tormenta. Sin embargo, en 2025, la reducción en el número de directores de vuelo en las misiones de los Cazadores de Huracanes podría limitar la cantidad de vuelos necesarios durante períodos críticos, afectando así la calidad de los datos disponibles para las previsiones.
Los satélites meteorológicos que monitorizan las tormentas tropicales desde el espacio son fundamentales para proporcionar visibilidad continua sobre la trayectoria y cambios en la intensidad de cada tormenta. La tecnología utilizada en estos satélites, desarrollada a menudo por investigadores financiados por el gobierno, ha sido crucial para mejorar la precisión de las previsiones de huracanes. Sin embargo, las recientes propuestas de recortes presupuestarios plantean serias preocupaciones sobre la continuidad de estos avances, ya que se han propuesto eliminar la financiación para instituciones clave y tecnologías necesarias para el monitoreo efectivo de huracanes. Esto podría tener consecuencias significativas en la capacidad de los meteorólogos para prever tempestades futuras y proteger a las poblaciones en riesgo.
