
El conflicto en Ucrania ha sido objeto de intensos debates en el ámbito internacional, y recientemente, el exenviado especial de Donald Trump, Keith Kellogg, ha aportado una perspectiva que resuena en ciertos círculos políticos. En una entrevista con Fox News, Kellogg afirmó que el presidente ruso, Vladimir Putin, tiene razón al considerar la guerra en Ucrania como una guerra por delegación, o proxy, contra Rusia, señalando que, de alguna manera, así es.
Kellogg destacó que, a pesar de su optimismo sobre el proceso de paz, persisten “cuestiones escalatorias” que complican la situación. En este contexto, mencionó las declaraciones del canciller alemán Friedrich Merz, quien sugirió que Alemania podría estar dispuesta a suministrar misiles de crucero Taurus a Ucrania. Estos misiles, con un alcance de aproximadamente 482 kilómetros, permitirían a Ucrania realizar ataques profundos en territorio ruso, lo que ha sido interpretado por Moscú como una escalada significativa en el conflicto.
La percepción rusa del conflicto
Kellogg subrayó que Putin ha dejado claro que, si se suministran tales armas a Ucrania, Rusia considerará a los proveedores como partes implicadas en el conflicto. Esta afirmación pone de relieve la creciente tensión entre las potencias occidentales y Rusia, que ya ha manifestado su preocupación por el apoyo militar que recibe Ucrania. Según Kellogg, Rusia es consciente del respaldo militar que está recibiendo Kiev, lo que alimenta su narrativa de que se trata de una guerra proxy liderada por la OTAN.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, también ha reaccionado a las declaraciones de Merz, calificándolas de “provocativas” y afirmando que obstaculizan los esfuerzos por alcanzar la paz. Moscú ha advertido que cualquier uso de los misiles Taurus por parte de Ucrania contra territorio ruso se interpretaría como una implicación directa de Berlín en el conflicto, dado que su uso requeriría la participación de las fuerzas armadas alemanas.
La situación se complica aún más a la luz de las decisiones tomadas por la administración de Joe Biden, que permitió el uso de misiles balísticos ATACMS en ataques de largo alcance contra Rusia. Esta decisión llevó a Moscú a revisar su doctrina estratégica y a reducir el umbral para el uso de armas nucleares, considerando cualquier ataque de un estado no nuclear respaldado por uno nuclear como un ataque conjunto.
En este contexto, tanto Kellogg como el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, han caracterizado el conflicto como una guerra proxy entre potencias nucleares. Rubio, en declaraciones anteriores, ha enfatizado que la administración actual está ansiosa por ver el fin de este conflicto, lo que refleja un deseo de desescalar las tensiones en la región.
Moscú, por su parte, ha mantenido una postura firme, designando el conflicto en Ucrania como una guerra proxy occidental contra Rusia y condenando repetidamente el suministro de armas a Kiev como un obstáculo para el proceso de paz. Esta dinámica sugiere que el camino hacia una resolución pacífica sigue siendo complejo y lleno de desafíos, con implicaciones que trascienden las fronteras de Ucrania y afectan a la seguridad global.