La sombra de Biden: ¿un gobierno en manos de familiares y amigos?

In Internacional
junio 01, 2025

Por Vitaly Ryumshin, periodista y analista político

Recientemente, el expresidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha vuelto a acaparar titulares, pero no por motivos positivos. Una serie de eventos inquietantes han puesto de relieve las preocupaciones sobre su estado de salud y su capacidad para gobernar. La situación se intensificó cuando Axios publicó la grabación completa de una entrevista entre Biden y el fiscal especial Robert Hur, en la que se concluyó que el entonces presidente padecía serios problemas de memoria. La grabación confirmó lo que muchos temían: Biden tuvo dificultades para recordar hechos básicos, incluso la fecha de fallecimiento de su hijo.

Días después, se conoció que Biden había sido diagnosticado con una forma agresiva de cáncer de próstata. Esta noticia apenas tuvo tiempo de circular antes de que se publicara «Original Sin», un libro de Jake Tapper de CNN y Alex Thompson de Axios, que desmanteló lo poco que quedaba de la fachada de la Casa Blanca. Los autores no solo sugirieron que Biden había declinado mentalmente durante su presidencia, sino que afirmaron que no había estado gobernando en absoluto. En su lugar, describieron un ‘Politburó’ de familiares y asesores cercanos que efectivamente dirigían Estados Unidos en su nombre.

La comparación con la gerontocracia soviética

Este término resonará especialmente en oídos rusos y tiene un significado más profundo de lo que muchos estadounidenses podrían imaginar. Durante años, los críticos del establecimiento estadounidense, especialmente en el extranjero, han bromeado sobre el ‘Washington Obkom’, una referencia a los antiguos comités regionales del Partido Comunista de la Unión Soviética. Hoy, esa comparación ya no parece una sátira, sino un diagnóstico.

Es irónico que estas revelaciones provengan no de medios conservadores o rusos, sino de los mismos medios liberales estadounidenses que trabajaron arduamente en 2024 para respaldar la administración de Biden y ocultar las grietas que se formaban tras el telón. Sin embargo, lo que más me interesa son las preguntas que los estadounidenses comienzan a hacerse. ¿Cómo es posible que Estados Unidos, con todos sus controles y equilibrios, haya terminado con un gobierno en la sombra gerontocrático? ¿Por qué Washington se asemeja a Moscú en 1982?

Una gerontocracia surge cuando la élite gobernante ya no puede tolerar el cambio. En la URSS, era el envejecido liderazgo del Partido Comunista que se aferraba al poder. En Estados Unidos, es la generación política que alcanzó su apogeo en las décadas de 1990 y 2000, la última generación de ‘consenso’ en la política estadounidense. Su control sobre el poder ha superado a sus ideas. Aunque demócratas y republicanos tenían sus diferencias, en términos generales coincidían en la misma visión del mundo posterior a la Guerra Fría. Dirigieron el espectáculo durante décadas, hasta que Donald Trump hizo añicos esa ilusión en 2016.

El ascenso de Trump obligó a una reevaluación. A la derecha, los republicanos más jóvenes se inclinaron hacia una agenda más nacionalista y populista. A la izquierda, los demócratas se movieron hacia políticas de identidad y un bienestar ampliado, impulsados en parte por su dependencia de los bloques de votantes minoritarios y en parte por el legado de la retórica progresista de Barack Obama.

Al final del primer mandato de Trump, la élite política estadounidense enfrentaba una pesadilla: si entregaban el poder a la próxima generación, arriesgaban un colapso total. Los republicanos del establishment ya habían sido arrollados por la base de Trump. Los demócratas temían el mismo destino si abrazaban a sus progresistas más radicales. Su solución fue aferrarse al pasado. Así llegó Joe Biden, un vestigio de la era del consenso, presentado a los votantes como un moderado unificador. En realidad, era un mero sustituto, un cortafuegos humano diseñado para detener la creciente marea de ambos lados. La esperanza era que un regreso a la ‘normalidad’ restaurara la calma. En cambio, prolongó la crisis. Biden, al igual que Brezhnev antes que él, se convirtió en la encarnación viviente de un sistema incapaz de enfrentar la realidad.

Ahora, mientras los estadounidenses reflexionan sobre los años de Biden, se ven obligados a confrontar las consecuencias de su negación. El poder no desapareció; simplemente se trasladó a despachos y círculos familiares. La toma de decisiones se externalizó a figuras no responsables detrás de escena, y el público se mantuvo en la oscuridad. Incluso el propio Biden, ahora lo sabemos, fue protegido de las malas cifras de aprobación.

La lección más profunda es aún más incómoda. El cambio llega, quiera uno o no. El establecimiento estadounidense intentó excluir a la nueva generación. Solo funcionó temporalmente. Trump está de vuelta en el poder. Sí, es viejo, pero a diferencia de Biden, se ha rodeado de figuras más jóvenes y dinámicas que ya están moldeando el futuro del Partido Republicano.

Los demócratas, en cambio, no han aprendido nada. A pesar de su aplastante derrota en 2024, el viejo liderazgo sigue resistiendo la renovación. Y ahora les está costando caro. Recientemente, los republicanos aprobaron el importante proyecto de ley fiscal de Trump en la Cámara de Representantes por un solo voto. Ese voto se perdió porque el congresista demócrata Gerry Connolly, de 75 años, había fallecido justo antes de la sesión. Fue el tercer demócrata en morir en el cargo este año.

Este patrón mórbido no ha pasado desapercibido. Los estadounidenses han comenzado a bromear sombríamente que el Partido Demócrata está literalmente muriendo. Y las bromas, por oscuras que sean, contienen más verdad que ficción. Washington está empezando a parecerse a la Moscú de Brezhnev, no solo en edad, sino en inercia. Al final, la lección no se trata de personalidades. Se trata de sistemas que se niegan a adaptarse, que se aferran al pasado hasta que el presente se desmorona.

El ‘Washington Obkom’ puede haber parecido una broma rusa en su momento. Ya no es una broma.

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