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El célebre comediante Groucho Marx expresó que no deseaba ser miembro de ningún club que aceptara su membresía. Aunque su comentario se enmarca en la ironía, pone de relieve un aspecto clave de la experiencia comunitaria: la pertenencia a un grupo implica una validación personal de esa membresía. Esta idea es explorada en profundidad por el profesor Dan Zahavi, de la Universidad de Copenhague, en su nuevo libro titulado Being We: Phenomenological Contributions to Social Ontology, publicado por Oxford University Press.
Según Zahavi, aunque por derecho de nacimiento pertenecemos a diversas agrupaciones, como clase social o etnia, estas categorías objetivas no son especialmente útiles para comprender lo que significa formar parte de una comunidad. «Para ser parte de un nosotros, es necesario experimentar la pertenencia de manera subjetiva», sostiene. Esto implica que la identidad como miembro de un grupo no puede ser simplemente impuesta; debe ser reconocida y aceptada por el individuo.
La relación entre el individuo y la comunidad
A menudo, en estudios recientes sobre la colectividad y el yo, se considera que lo colectivo precede al individuo. Zahavi se muestra escéptico ante tales afirmaciones. Reconoce la relevancia de las comunidades en la formación de nuestros valores y creencias, pero advierte que no debemos caer en la trampa de pensar que nuestra identidad personal depende únicamente de los grupos a los que pertenecemos. «Mientras que algunas dimensiones del yo son claramente sociales, la apreciación adecuada de nuestra vida experiencial también debe reconocer su subjetividad intrínseca», argumenta.
El concepto de identidad personal, según Zahavi, no solo nos permite marcar una diferencia con los demás, sino que también facilita la posibilidad de compartir una perspectiva con ellos. «Si se niega la existencia del yo, también se niega la realidad de la comunidad», afirma. Esto implica que la eliminación de la primera persona singular lleva consigo la pérdida de la primera persona plural.
Aunque identificarse con un grupo es necesario para formar parte de él, no es suficiente. Para entender lo que significa compartir creencias, intenciones o experiencias emocionales, se debe analizar cómo nos relacionamos y entendemos a los demás. «No basta con observar la relación entre el yo y el nosotros; también debemos examinar la interacción entre los miembros del nosotros», explica Zahavi.
El académico destaca que hay diferencias significativas entre comunidades pequeñas, donde los miembros se conocen personalmente, y grandes agrupaciones, como comunidades religiosas o nacionales, cuyos integrantes pueden no haberse encontrado nunca, pero que están unidas por rituales compartidos y expectativas normativas. Sin embargo, subraya que estas últimas no habrían sido posibles sin el intercambio directo y el compartir experiencias que se da en la relación yo-tú.