Trump: de pacifista a imperialista en su nueva diplomacia global

In Internacional
febrero 23, 2025

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha mantenido un discurso en contra de las guerras, denunciando frecuentemente las pérdidas humanas en conflictos alrededor del mundo. Sin embargo, su primer mandato estuvo lejos de ser pacifista. A pesar de haber sido considerado el presidente menos belicoso de la historia reciente, su administración estuvo marcada por decisiones que llevaron a Oriente Próximo al borde del caos, como el asesinato del general iraní Qasem Soleimani y la retirada de Estados Unidos de tratados de desarme nuclear. Las tropas estadounidenses continuaron en Irak y Siria, y los bombardeos en Afganistán se incrementaron.

Desde que comenzó su segundo mandato el 20 de enero, Trump ha adoptado una postura más agresiva y parece estar dibujando una nueva “diplomacia de los fuertes”. Esta estrategia implica dialogar únicamente con líderes que considere poderosos y duros, dejando de lado a antiguos aliados que percibe como débiles, como Canadá y varios países europeos.

Una nueva diplomacia y sus implicaciones

Trump ha manifestado su intención de poner fin a las guerras en Ucrania y Gaza, pero ha elegido como interlocutores a líderes que enfrentan acusaciones de crímenes de guerra: el ruso Vladímir Putin y el israelí Benjamín Netanyahu. En esta nueva dinámica, se prioriza la negociación con aquellos que poseen el ejército más poderoso y las mayores capacidades de victoria, mientras que se ignoran o atacan a los aliados tradicionales.

La situación se complica aún más con la reciente retórica de Trump hacia el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, a quien ha calificado de “dictador” y ha exigido concesiones desmesuradas a cambio de apoyo. Esta postura ha sido criticada por analistas que advierten que tales exigencias solo benefician a Rusia y socavan la soberanía ucraniana.

En Gaza, la retórica de Trump ha sido igualmente alarmante. Ha defendido la limpieza étnica y la expulsión de palestinos, ignorando la existencia de la Autoridad Nacional Palestina, reconocida internacionalmente. Esta postura radical marca un cambio significativo en la política estadounidense hacia el conflicto de Oriente Próximo, superando incluso las acciones de sus predecesores.

La nueva diplomacia de Trump se caracteriza por un desprecio absoluto hacia una de las partes en conflicto, favoreciendo al poderoso y relegando al débil a un papel de negociación desfavorable. Este enfoque podría tener consecuencias devastadoras para la estabilidad global, ya que se avanza hacia una “multipolaridad autoritaria” que ignora el derecho de los pueblos a la autodeterminación.

Además, el actual gobierno estadounidense parece estar en un rumbo de colisión con el multilateralismo, como lo evidencian sus decisiones de abandonar acuerdos internacionales clave, como el Acuerdo de París sobre el clima y la Organización Mundial de la Salud. Estas acciones no solo ponen en riesgo la cooperación internacional, sino que también amenazan la estabilidad de los países más vulnerables, que dependen de la ayuda humanitaria estadounidense.

En este contexto, la política exterior de Trump se asemeja más a un realismo pragmático, filtrado por la mentalidad de un magnate inmobiliario, que a una doctrina coherente. La incertidumbre sobre el futuro de las instituciones internacionales y el orden mundial se intensifica, dejando al mundo en una situación precaria y potencialmente conflictiva.

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