En 2017, España envió seis carros de combate Leopard y 300 militares a Letonia como parte de una misión de la OTAN destinada a disuadir a Rusia. Este despliegue reveló una preocupante falta de capacidades de mantenimiento en las Fuerzas Armadas españolas, lo que llevó a la necesidad de detener el uso de otros carros de combate en el país debido a la falta de repuestos. Esta situación fue denunciada por el entonces Jefe de Estado Mayor de la Defensa, Fernando Alejandre, en el Congreso de los Diputados.
Desde hace años, los altos mandos militares han expresado su preocupación por la insuficiencia de recursos para modernizar y adaptar las Fuerzas Armadas a las nuevas realidades bélicas. Sin embargo, la opinión pública en España ha sido generalmente poco receptiva a estas demandas. La sociedad española, con una fuerte inclinación pacifista, ha pasado de un «no a la OTAN» a considerar al Ejército como una herramienta útil para misiones de paz y rescate, más que como un medio de disuasión militar. En este contexto, la percepción de la guerra ha sido, hasta hace poco, algo distante y ajeno.
La invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022 marcó un cambio significativo en esta percepción, no solo en España, sino en toda Europa. Países como Finlandia, que históricamente habían rechazado la idea de unirse a la OTAN, comenzaron a reconsiderar su postura ante la amenaza rusa. Alemania, que había mantenido una postura cautelosa respecto al militarismo, también dio un giro radical, comenzando a enviar armas a Ucrania y anunciando un plan de 100.000 millones de euros para renovar sus fuerzas armadas. Este cambio de mentalidad se ha visto impulsado en parte por la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, cuya falta de fiabilidad como aliado ha acelerado el despertar militar de Europa.
Un nuevo enfoque hacia el gasto en defensa
En este contexto, la Unión Europea ha anunciado un plan de financiación que comenzará con 150.000 millones de euros y que podría alcanzar hasta 800.000 millones en la próxima década. Este plan representa un rearme a gran escala en el continente, en un momento en que Europa debe prepararse para aumentar significativamente su gasto en defensa, tanto para apoyar a Ucrania como para asumir una mayor responsabilidad en su propia seguridad.
La presidenta de la Comisión Europea ha enfatizado la necesidad de que Europa actúe con rapidez y ambición ante esta nueva era de rearme. Sin embargo, el debate social y político en torno a este aumento del gasto en defensa sigue siendo escaso. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que en su momento llegó a proponer la eliminación del Ministerio de Defensa, ahora apoya el incremento del gasto, aunque no ha aclarado la posición de España en esta nueva carrera armamentística.
El aumento del gasto militar plantea interrogantes sobre cómo se financiará. Se ha hablado de la posibilidad de emitir eurobonos o de utilizar los fondos del programa Next Generation. Sin embargo, la cuestión de si esto implicará un aumento de impuestos o recortes en el gasto público sigue sin resolverse.
El riesgo de una carrera armamentística también suscita preocupaciones. Algunos expertos advierten que el aumento de las capacidades militares podría llevar a un uso más frecuente de la fuerza. La historia ha demostrado que los países con ejércitos poderosos, como Rusia, pueden verse tentados a utilizar su poderío militar, como se evidenció en la invasión de Ucrania. La necesidad de un enfoque más equilibrado y de seguridad compartida se hace evidente, y voces críticas abogan por buscar alternativas al militarismo y la carrera armamentística.
En este sentido, la propuesta de la UE de crear una industria militar conjunta y fomentar compras conjuntas entre los Estados miembros podría ser un paso hacia una defensa más coordinada y eficiente. Sin embargo, la implementación de estas medidas requerirá un compromiso serio por parte de todos los países involucrados, así como un debate abierto sobre las prioridades de defensa en un contexto de creciente tensión geopolítica.
