
En las últimas semanas, los palestinos han comenzado a regresar a sus hogares en el norte de Gaza, tras un periodo de alto el fuego entre Hamás e Israel. Este regreso, aunque marcado por la devastación, se ha convertido en un símbolo de resistencia. Las redes sociales se han llenado de imágenes de familias que evalúan los daños en sus viviendas, que van desde paredes destruidas hasta edificios completamente derribados. Los más afortunados logran mantener en pie algunas paredes y han improvisado refugios con madera y plástico para protegerse de las inclemencias del tiempo. En este contexto, celebran el iftar, la cena que rompe el ayuno del Ramadán, en largas mesas al aire libre, rodeados de escombros.
Mientras tanto, en Washington, el presidente Donald Trump ha intensificado sus amenazas hacia los gazatíes, advirtiendo que un «hermoso futuro» les espera, pero solo si liberan a los rehenes. En sus declaraciones en la red Truth Social, Trump ha dejado claro que, de no hacerlo, enfrentarán graves consecuencias. A la par, la Casa Blanca ha reconocido que está negociando directamente con Hamás en Qatar para la liberación de rehenes y la continuidad del alto el fuego, lo que plantea interrogantes sobre el futuro de la Franja de Gaza.
Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha ordenado reanudar las hostilidades y ha anunciado la restricción de la entrada de alimentos a Gaza hasta que se liberen los rehenes. Netanyahu se encuentra bajo la presión de un mandato de captura internacional por parte de la Corte Penal Internacional, que lo acusa de crímenes de guerra, incluyendo el delito de «matar de hambre a civiles».
Iniciativa de reconstrucción árabe
En respuesta a la situación, Egipto y la Liga Árabe han presentado una iniciativa para la reconstrucción de Gaza que rechaza la propuesta de Trump, que sugiere la expulsión de los palestinos. Este nuevo plan, denominado “Plan para la recuperación temprana, reconstrucción y desarrollo de Gaza”, prevé una inversión de 50.000 millones de euros en un periodo de cinco años, con el objetivo de reconstruir Gaza sin desplazar a su población.
La primera fase de este plan, que se desarrollaría en seis meses, contempla una inversión de más de 2.800 millones de euros para la retirada de escombros y la construcción de 200.000 viviendas temporales para 1,2 millones de personas, así como la restauración de 60.000 viviendas parcialmente dañadas para 360.000 personas. Posteriormente, se prevé una fase de reconstrucción más amplia, que incluiría la construcción de infraestructuras esenciales y la instalación de redes de agua y electricidad.
Sin embargo, tanto Israel como Estados Unidos han rechazado esta propuesta. Israel ha mantenido un estricto bloqueo sobre Gaza durante más de dos décadas, limitando la entrada de materiales necesarios para la reconstrucción. La posibilidad de un acuerdo de paz que permita la entrada de estos materiales sigue siendo incierta, lo que plantea serias dudas sobre el futuro de Gaza y sus habitantes.
Analistas advierten que el escenario más probable podría ser la anexión de Gaza por parte de Israel, aunque el liderazgo israelí se muestra reacio a asumir la responsabilidad sobre la población gazatí. La destrucción masiva de viviendas e infraestructuras ha hecho que la vida en Gaza sea insostenible, lo que podría llevar a una «migración voluntaria» de palestinos hacia Egipto o Jordania, aunque ambos países se muestran reticentes a acoger a más refugiados.
La situación en Gaza sigue siendo crítica, y las decisiones que se tomen en los próximos meses serán determinantes para el futuro de sus habitantes y la estabilidad de la región.