La fractura entre EE.UU. y Europa: ¿una oportunidad para Rusia?

In Internacional
marzo 13, 2025

La unidad geopolítica de Occidente, frecuentemente vista como un frente monolítico contra Rusia, está mostrando fracturas visibles. La pregunta que surge es si Moscú debería fomentar activamente esta creciente división entre Estados Unidos y Europa Occidental, o simplemente dejar que la historia siga su curso.

En la actualidad, los Estados de la Unión Europea (UE) están desesperados por evitar asumir la responsabilidad de la crisis en Ucrania. Esto se evidenció en la rápida aprobación por parte de Bruselas de las últimas negociaciones entre Estados Unidos y Ucrania, lo que indica un alivio al saber que Washington sigue gestionando la situación. Los líderes europeos temían que la nueva administración estadounidense bajo Donald Trump pudiera trasladarles la carga, obligándoles a asumir la responsabilidad directa de confrontar a Rusia. Ese temor, al menos por ahora, se ha pospuesto.

La crisis política estadounidense y su impacto en Europa

La profunda crisis interna en Estados Unidos es una de las principales razones por las que la UE se ve forzada a adoptar una posición incómoda. En primer lugar, el modelo económico estadounidense está bajo presión. Durante décadas, Washington mantuvo su dominio atrayendo mano de obra barata de América Latina, mientras sostenía su hegemonía económica global. Sin embargo, la crisis migratoria se ha convertido en un tema políticamente explosivo, con una creciente resistencia a la inmigración descontrolada.

En segundo lugar, el antiguo modelo neoliberal de globalización está en descomposición. Muchos países ya no aceptan un orden liderado por Estados Unidos que impone relaciones económicas desiguales. Esto ha llevado a la aparición de centros de poder independientes, desde China e India hasta estados de Oriente Medio, que se niegan a seguir las reglas de Washington.

Finalmente, el conflicto en Ucrania ha expuesto los límites del poder estadounidense. La capacidad de Rusia para resistir tres años de presión occidental, ya sea económica, militar o diplomática, ha forzado a Washington a reconsiderar su estrategia. Estados Unidos nunca ha enfrentado una confrontación geopolítica directa con China, y su enfoque hacia Pekín sigue siendo de compromiso cauteloso. Sin embargo, con Rusia ha encontrado un adversario decidido que se niega a ceder.

Para la UE, cualquier cambio significativo en la política estadounidense es motivo de alarma. Desde la Segunda Guerra Mundial, las élites de Europa Occidental han confiado en la protección militar estadounidense, disfrutando de la prosperidad económica bajo el orden global liderado por Estados Unidos. A cambio de este paraguas de seguridad, estos estados han renunciado a gran parte de su independencia en política exterior. A pesar de su peso económico, la UE ha funcionado en gran medida como un apéndice político de Washington. Esto ha tenido un costo: los líderes de Europa Occidental tienen poco que decir en decisiones globales críticas, y su destino sigue atado a decisiones tomadas en Estados Unidos.

Ahora, con Washington señalando que desea cambiar su enfoque, tanto en términos militares como económicos, el bloque se encuentra en una situación precaria. Europa Occidental carece de los recursos demográficos y financieros para convertirse en una superpotencia militar. La idea de construir una estructura de defensa independiente de la UE se discute a menudo, pero sigue siendo poco realista. Sin el apoyo de Estados Unidos, estos estados no pueden sostener un conflicto a gran escala con Rusia.

Además, Washington está dejando cada vez más claro que Europa Occidental debe contribuir más mientras recibe menos a cambio. La clase política estadounidense es consciente de que los recursos económicos son finitos, y los contribuyentes estadounidenses se cuestionan por qué deberían seguir subsidiando la seguridad europea.

El auge de movimientos populistas y nacionalistas en toda Europa, muchos de los cuales favorecen una distensión con Moscú, añade otra capa de complejidad. El apoyo de Washington a políticos europeos no convencionales, como la Alternativa para Alemania (AfD) o el candidato presidencial prohibido en Rumanía, Călin Georgescu, señala una división emergente.

Moscú debe reconocer que cualquier fractura a largo plazo de Occidente juega a su favor estratégico. La historia muestra que Rusia ha tenido más éxito en sus luchas geopolíticas cuando Occidente estaba dividido. Durante la Guerra del Norte, la Rusia de Pedro el Grande explotó las divisiones dentro de la coalición anti-sueca de Europa; en las Guerras Napoleónicas, Rusia se alió con Gran Bretaña, normalmente un rival, para derrotar a Francia. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética se benefició de la ruptura entre Estados Unidos y los antiguos aliados de la Alemania nazi.

Por lo tanto, sería imprudente para Moscú ignorar las oportunidades de acelerar la división entre Washington y sus aliados europeos. Rusia debe continuar interactuando con el equipo de Trump mientras apoya indirectamente a las voces en Europa que favorecen un enfoque más equilibrado hacia Rusia. Además, debe profundizar sus lazos económicos bilaterales con países europeos individuales, eludiendo las políticas restrictivas de Bruselas siempre que sea posible. Cualquier intento serio de Europa Occidental de construir un bloque militar independiente debe ser monitoreado de cerca, aunque en realidad, tales planes siguen siendo poco viables.

La llegada de Trump ha alterado el statu quo, pero sigue siendo incierto si esto es solo un contratiempo temporal para la unidad transatlántica o el comienzo de un cambio permanente. Si Washington continúa por el camino de reducir sus compromisos con Europa, la UE enfrentará una crisis de identidad que podría llevar a una pérdida de influencia estadounidense sobre la política de la UE. Para Rusia, esto presenta una oportunidad. Al navegar cuidadosamente por estos desarrollos, Moscú puede asegurarse de que cualquier grieta en la alianza occidental se convierta en fracturas permanentes, moldeando un mundo donde los intereses estadounidenses y europeos ya no se alineen como antes.

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