
Athol Fugard, el aclamado dramaturgo sudafricano, falleció el pasado sábado a la edad de 92 años. Su obra, que abarcó más de seis décadas, exploró las opresiones raciales del apartheid a través de más de 30 piezas teatrales, destacándose por su incisiva crítica social y su compromiso con la justicia. Fugard se convirtió en una figura emblemática no solo en Sudáfrica, sino en el ámbito del teatro internacional.
El Ministro de Deportes, Artes y Cultura de Sudáfrica expresó en un comunicado que «Sudáfrica ha perdido uno de sus mayores íconos literarios y teatrales, cuya obra moldeó el paisaje cultural y social de nuestra nación». La valentía con la que Fugard abordó las realidades del apartheid, dando voz a aquellos silenciados por la opresión, dejó una huella indeleble en la historia del teatro.
Nacido en 1932 en Middelburg, en la provincia del Cabo, Fugard era hijo único de un padre de ascendencia irlandesa e inglesa y una madre afrikaner que dirigía una tienda de té. Su infancia estuvo marcada por la llegada del régimen del apartheid en 1948, un evento que despertó en él una profunda conciencia sobre las injusticias que lo rodeaban. «Desde una edad temprana, empecé a desconfiar de lo que el sistema intentaba hacerme», confesó en una entrevista en 1990.
Tras trasladarse a Johannesburgo, Fugard trabajó como empleado en un tribunal que condenaba a personas negras por violar las leyes raciales, experiencia que profundizó su deseo de escribir. Su primera obra significativa, «The Blood Knot», se estrenó en 1961 y abordaba la compleja relación entre dos hermanos de distinta ascendencia racial. Aunque el éxito inicial de la obra llevó a su prohibición en Sudáfrica, Fugard persistió en su compromiso con el teatro multirracial, negándose a actuar para audiencias exclusivamente blancas.
En los años 60, fundó The Serpent Players, un taller de teatro para comediantes negros que impulsó las carreras de figuras como John Kani y Winston Ntshona. A pesar de ser blanco, Fugard se convirtió en un blanco de la vigilancia gubernamental y la persecución por su activismo. En 1967, tras la transmisión de «The Blood Knot» en la televisión británica, su pasaporte fue confiscado, lo que le impidió salir del país durante varios años.
A medida que su carrera avanzaba, la crítica aclamaba cada vez más su trabajo. Seis de sus obras se presentaron en Broadway, incluida «’Master Harold’…and the Boys», considerada su pieza más autobiográfica. Ambientada en una tienda de té, la obra explora la relación entre los propietarios blancos y sus empleados negros, culminando en un momento de violencia que Fugard reconoció como un acto de su propia infancia, un incidente que lo perseguiría toda su vida.
Fugard utilizó su privilegio y experiencia personal como un lente a través del cual denunciaba la jerarquía racial impuesta por el régimen sudafricano, resonando con audiencias de todo el mundo. En reconocimiento a su contribución al teatro, fue incluido en el Salón de la Fama del Teatro Americano en 2001 y recibió el Premio Tony a la trayectoria en 2011.
Deja atrás a su esposa, Paula Faurie, y a sus hijos, Lisa, Halle y Lannigan, así como un legado que seguirá inspirando a nuevas generaciones de artistas y activistas en la lucha por la equidad y la justicia social.