
La situación de las aguas dulces en Canadá y el resto del mundo se encuentra cada vez más amenazada. Lagos, ríos y humedales enfrentan múltiples riesgos, desde el cambio climático hasta la contaminación provocada por actividades humanas. En la actualidad, un cuarto de la fauna de agua dulce se encuentra en peligro de extinción.
A medida que el cambio climático y otros factores estresantes se intensifican, el duelo ecológico se reconoce cada vez más como una respuesta legítima ante la pérdida de especies y ecosistemas valiosos. Este sentimiento de pérdida representa una amenaza significativa para la salud mental y el bienestar de muchas personas, especialmente entre los jóvenes, quienes a menudo cargan con el peso desproporcionado de estos desafíos. Aunque no han sido los responsables de estos problemas, son ellos quienes enfrentan las consecuencias más severas del cambio climático.
El duelo ecológico afecta de manera particular a grupos marginalizados, como los pueblos indígenas, que suelen ser los menos responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero pero que, sin embargo, están más expuestos a los riesgos y consecuencias del cambio climático. Por ello, es fundamental desarrollar enfoques adaptativos que aborden este duelo y reconecten a las personas con el mundo natural en un momento de desconexión profunda.
La importancia del aprendizaje basado en la tierra
El aprendizaje basado en la tierra se define como una experiencia educativa que conecta a los estudiantes con su entorno, a través de un enfoque que involucra sus mentes, cuerpos, corazones y espíritus. Esta metodología siempre ha sido parte integral del aprendizaje indígena. Sin embargo, las aulas convencionales a menudo distan mucho de estas experiencias vivenciales, lo que ha llevado a un creciente interés por salir de estos confines y participar en un aprendizaje activo basado en la tierra.
En nuestra experiencia con iniciativas de aprendizaje basado en la tierra durante la última década, hemos observado numerosos beneficios. Como dice el refrán, “los números adormecen y las historias quedan”. Las voces de los jóvenes que participaron en estos programas son las que mejor reflejan su significado e impacto. Entre los testimonios recogidos se encuentran afirmaciones como: «Sentí que mi perspectiva del mundo cambiaba en todos los sentidos. Me sentí más cerca de la tierra» y «Esta experiencia me hizo ver que debemos ser más activos en el medio ambiente y proteger nuestras aguas».
Estos programas no solo fomentan un sentido de conexión con la tierra y el agua, sino que también impulsan un compromiso profundo por cuidar de estos sistemas y construyen una comunidad de práctica para lograrlo. Los testimonios de los jóvenes que participaron en los programas de Riparia entre 2019 y 2024 destacan la efectividad de este enfoque.
A medida que los científicos del agua nos comprometemos a apoyar el compromiso de los jóvenes a través de Riparia, nos unimos a un movimiento en crecimiento que busca derribar las barreras de acceso a este tipo de educación. Asimismo, es vital que el aprendizaje reconozca que los pueblos indígenas, sus lenguas y culturas están vivos y evolucionan en estrecha relación con la tierra, lo que debería ser un principio fundamental en la educación al aire libre.
El acceso a programas que incorporen perspectivas indígenas es escaso, y a menudo se excluye a las mujeres debido a desigualdades culturales y sociales. Por tanto, es esencial que se desarrollen iniciativas accesibles que puedan servir como base para construir la comunidad de cuidado que requieren tanto los seres humanos como las aguas dulces.
La conexión con la tierra y el agua es necesaria no solo para los jóvenes, sino para todos. Todos enfrentamos el duelo ecológico y todos necesitamos agua. Trabajar juntos para delinear nuevos futuros es un paso crucial en este sentido. Como compartió un participante de 15 años de un programa de Riparia en 2019: «El agua es lo más importante, es lo que todos tenemos en común».