
En la lucha contra el cambio climático, un enfoque eficaz para fomentar comportamientos sostenibles se basa en la comprensión de la psicología humana. La experiencia de Lauren Click, fundadora de una organización sin ánimo de lucro dedicada a la educación sobre el compostaje en escuelas, ilustra este punto. A pesar de su compromiso con el medio ambiente, se enfrenta a la dificultad de convencer a su pareja para que separe adecuadamente la basura en su hogar. Esta situación plantea un asunto fundamental en el campo de la psicología ambiental: ¿qué estrategias son realmente efectivas para influir en el comportamiento de los demás hacia prácticas más sostenibles?
La influencia de las normas sociales
Magnus Bergquist, profesor asociado de psicología en la Universidad de Gotemburgo, ha investigado cómo persuadir a las personas para que adopten comportamientos más ecológicos. Su estudio revela que las normas sociales son la estrategia más efectiva para cambiar conductas. Bergquist aclara que, a pesar de que muchos subestiman el impacto de estas normas, el deseo de pertenecer y ser aceptado socialmente puede motivar a las personas a adoptar prácticas más sostenibles.
Sin embargo, es interesante notar que, a menudo, las campañas de concienciación sobre el medio ambiente utilizan enfoques que pueden ser menos efectivos. La creencia de que la educación por sí sola puede cambiar comportamientos es un error común. La experiencia de Norah Hippolyte, responsable de suministros en una parroquia de Berkeley, California, resalta esta limitación. A pesar de sus esfuerzos por educar sobre el uso de utensilios compostables, muchos continúan optando por plásticos convencionales.
Incentivos económicos y su impacto
Otra estrategia que ha mostrado resultados es el uso de incentivos financieros. Bergquist señala que estos pueden ser efectivos, pero tienen un inconveniente: pueden desplazar el sentido moral de las personas. La motivación por el dinero puede llevar a que, una vez que se eliminan los incentivos, las personas regresen a comportamientos menos sostenibles. Por ejemplo, en competiciones que premian el uso de bicicletas, los participantes tienden a abandonar esta práctica cuando disminuyen las recompensas.
La educación y los incentivos deben ser considerados en conjunto con las normas sociales para fomentar un cambio real y duradero. Aunque se puede informar a las personas sobre los efectos negativos de ciertos comportamientos, es la combinación de la norma social y una motivación intrínseca lo que puede llevar a un cambio significativo en sus hábitos diarios.
Por último, la forma en la que se presenta la información también puede influir en la receptividad del público. Bergquist sugiere que, en lugar de enfatizar lo positivo, como el uso de alternativas sostenibles, es más efectivo destacar lo que la mayoría evita, como los productos perjudiciales para el medio ambiente. Este cambio en el enfoque puede ayudar a captar la atención y motivar a las personas a actuar.