
Las conversaciones entre la administración del presidente estadounidense Donald Trump y el gobierno de Irán sobre un posible nuevo acuerdo nuclear han empezado con un tono optimista, a pesar de los puntos de desacuerdo persistentes y la falta de claridad en las condiciones que cada parte sostiene. Este nuevo acercamiento entre dos adversarios de larga data ha sido descrito por representantes de ambas naciones como un avance en la comunicación que podría facilitar futuros diálogos.
Los delegados de EE.UU. e Irán acordaron llevar a cabo más negociaciones la próxima semana en Roma, mientras que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán caracterizó las conversaciones del fin de semana como celebradas en un «ambiente constructivo y basado en el respeto mutuo». Este cambio de tono refleja una diferencia notable con respecto a los intentos de la administración Biden por revitalizar el acuerdo nuclear de 2015, en un contexto donde las ventajas para Washington se han alterado drásticamente.
La situación actual en Irán y sus implicaciones
Desde que Trump retiró a EE.UU. del acuerdo multilateral en 2018, la economía de Irán ha enfrentado un deterioro significativo, exacerbado por la pérdida de su principal aliado en la región, tras el colapso del régimen de Assad en Siria. Esta situación ha llevado a los funcionarios iraníes a reconsiderar su postura hacia las negociaciones, en un intento de encontrar una salida que mejore las condiciones internas y evite un conflicto militar.
Analistas como Gregory Brew han señalado que Irán se encuentra en una posición vulnerable, lo que ha incrementado su interés por llegar a un acuerdo. La presión económica y la descontento social han llevado a algunos líderes a abogar por un cambio en la estrategia, enfatizando la necesidad de un marco que permita negociaciones prolongadas que eviten acciones militares, como las amenazadas por Trump en varias ocasiones.
Sin embargo, las negociaciones no están exentas de tensiones. La administración Trump ha dejado claro que no aceptará un Irán armado nuclearmente, lo que representa un desafío para Teherán, que insiste en que su programa nuclear es únicamente para fines energéticos. La encrucijada actual gira en torno a los términos que la administración estadounidense está dispuesta a negociar, y si se limitará a asegurar la no proliferación o si buscará desmantelar por completo el programa nuclear iraní.
A pesar de la desconfianza que persiste entre ambas partes, la posibilidad de un diálogo más flexible podría ser un alivio tanto para los líderes iraníes como para la comunidad internacional, que teme una escalada militar en la región. Las próximas rondas de conversaciones serán cruciales para determinar si se puede forjar una relación más constructiva entre EE.UU. e Irán, en un contexto donde la estabilidad regional es más necesaria que nunca.