
La reciente escalada en las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China ha llevado a Beijing a adoptar un enfoque audaz y multifacético en respuesta a las tarifas impuestas por la administración de Donald Trump. En lugar de limitarse a las represalias arancelarias, China ha comenzado a implementar medidas que afectan a sectores clave de servicios, un movimiento que refleja su creciente determinación de defender sus intereses económicos.
Medidas no arancelarias y su impacto
Desde que Trump anunció un incremento de hasta el 245% en las tarifas sobre ciertos productos chinos, Beijing ha decidido no continuar con la escalada arancelaria de manera directa. En cambio, ha optado por medidas no arancelarias que incluyen restricciones a la exportación de minerales raros y la apertura de investigaciones antimonopolio contra gigantes estadounidenses como Google y DuPont. Este enfoque diversificado demuestra una comprensión profunda de la dinámica económica global y una estrategia diseñada para maximizar el impacto sobre las empresas estadounidenses sin caer en un juego de tarifas que podría resultar en un estancamiento económico mutuo.
La inclusión de empresas estadounidenses en una lista de entidades «no confiables» es otro ejemplo de cómo China busca limitar la operación de negocios que consideran perjudiciales para su economía. Firmas como PVH, matriz de Tommy Hilfiger, se encuentran entre las afectadas. Las restricciones en la exportación de minerales críticos también son significativas, ya que obligan a las compañías chinas a obtener licencias especiales, lo que complica el acceso de Estados Unidos a recursos fundamentales para su industria tecnológica.
Además, la reciente decisión de Beijing de suspender las entregas de aviones Boeing a las aerolíneas chinas subraya la presión que está ejerciendo sobre un sector crucial para la economía estadounidense. Este movimiento no solo representa un golpe económico, sino que también envía un mensaje claro sobre la capacidad de China para influir en el mercado global.
Enfoque en el comercio de servicios
China ha comenzado a ampliar la guerra comercial hacia el ámbito de los servicios, donde Estados Unidos ha mantenido un superávit significativo. Se han propuesto restricciones a las firmas de consultoría legales estadounidenses y se han advertido sobre los peligros de viajar o estudiar en Estados Unidos, lo que podría afectar sectores como el turismo y la educación. Aunque estas medidas pueden parecer menos impactantes en términos económicos directos, sus efectos reputacionales podrían ser profundos, afectando la percepción de Estados Unidos en el ámbito académico y profesional.
El aumento de restricciones podría resultar en un descenso en el número de estudiantes chinos en universidades estadounidenses, lo que no solo afecta a las instituciones educativas, sino que también podría tener un efecto dominó en el acceso a talento tecnológico. Este tipo de medidas, que resuenan en el ámbito político estadounidense, indican que Beijing no solo busca daños económicos, sino también un cambio en la narrativa sobre su relación con Estados Unidos.
A medida que ambos países continúan con sus respectivas políticas, el futuro de las relaciones comerciales se presenta incierto. Las autoridades chinas han expresado su firme intención de defender sus intereses, mientras que el gobierno estadounidense sigue buscando un acercamiento, aunque bajo condiciones que podrían no ser aceptables para Beijing. Este entorno de creciente hostilidad y competencia económica marca un capítulo nuevo en las relaciones internacionales, donde el equilibrio de poder continúa desafiándose.