
Recientemente, en la reunión anual de la Sociedad Sismológica de América, se planteó una cuestión que, aunque parece sencilla, tiene implicaciones profundas en la comprensión de los terremotos: ¿qué tan anchas son las fallas geológicas? Este interrogante fue el punto de partida para un estudio realizado por Christie Rowe, del Laboratorio Sismológico de Nevada en la Universidad de Nevada, Reno, y Alex Hatem, del Servicio Geológico de los Estados Unidos.
A través de un análisis exhaustivo de datos recopilados de terremotos en todo el mundo, los investigadores han llegado a la conclusión de que las fallas sísmicas no son simplemente hilos individuales. En realidad, muchas veces constituyen una red ramificada de fracturas que pueden abarcar cientos de metros de ancho. Esta red compleja de fallas puede activarse durante un solo terremoto, un hallazgo que tiene implicaciones significativas para la comprensión de la energía liberada y los patrones de sacudida esperados durante estos fenómenos.
Análisis tridimensional de las fallas
Rowe explicó que este nuevo enfoque sobre las fallas geológicas permite pensar en ellas de una manera más tridimensional, superando el modelo bidimensional que a menudo utilizan los modeladores de terremotos. La resistencia y la fricción que se generan durante un terremoto provienen de un volumen de roca que se deforma, lo que significa que el tamaño de este volumen es crucial para entender la fuerza de la falla y sus comportamientos durante los sismos.
El estudio también reveló que las zonas de deslizamiento, o «creep», son mucho más estrechas, tanto en la superficie como a profundidades de entre 10 y 25 kilómetros. Estas zonas, que oscilan entre 2 y 10 metros de ancho, representan un comportamiento más localizado de las fallas. Este descubrimiento subraya la necesidad de ajustar las metodologías de investigación sobre sismos pasados para calcular los intervalos de recurrencia de los terremotos en las fallas. A menudo, el deslizamiento que ocurre tras un terremoto puede ser difícil de distinguir del que ocurrió durante el mismo evento, como se observó en el terremoto de Napa, California, en 2014, donde casi la mitad del deslizamiento se registró de manera lenta después del evento.
Rowe advirtió que si los investigadores encontraran huellas de un terremoto antiguo en el registro geológico, podrían malinterpretar la magnitud del evento, asumiendo que todo el deslizamiento observado correspondía a un solo sismo. La ausencia de un adecuado reconocimiento del deslizamiento lento en los cálculos de los intervalos de recurrencia podría llevar a conclusiones erróneas sobre la actividad sísmica de una región.
Este estudio no solo contribuye a la comprensión científica de los terremotos, sino que también tiene implicaciones prácticas para la planificación y construcción en áreas propensas a temblores, como es el caso de California. La investigación de Rowe y Hatem destaca la importancia de una aproximación más rigurosa y multidimensional a la geología de las fallas, un enfoque que podría mejorar la preparación ante desastres sísmicos en todo el mundo.