
Un reciente hallazgo arqueológico en York, Inglaterra, ha aportado la primera evidencia física de que los gladiadores británicos se enfrentaron no solo entre sí, sino también a bestias feroces, como leones. Este descubrimiento, que desafía nuestra percepción tradicional de la brutalidad en la antigua Roma, procede de un esqueleto romano desenterrado en un campo tranquilo de Yorkshire.
Los expertos han identificado marcas de mordedura en la pelvis del hombre, datado entre los 26 y 36 años en el siglo III d.C., lo que sugiere que la cultura del espectáculo de enfrentamientos entre humanos y animales no se limitaba al icónico Coliseo de Roma, sino que también se extendía a las regiones más alejadas del Imperio, incluyendo la antigua Eboracum, actual York.
Hasta ahora, la mayoría de la información sobre estos eventos sangrientos provenía de mosaicos y cerámicas, donde se representaban leones atacando y gladiadores sufriendo en una agonía estilizada. Sin embargo, este hallazgo proporciona la primera evidencia directa y concreta de tales eventos en el periodo, según afirma el profesor Tim Thompson, experto forense que lideró el estudio. Este descubrimiento ofrece una nueva perspectiva sobre la cultura de entretenimiento romano en esa región.
Durante el reinado de la dinastía severa, un emperador originario de África que probablemente introdujo animales de su tierra natal, York habría sido el escenario perfecto para el sangriento espectáculo conocido como damnatio ad bestias (condenación a las bestias). El análisis de los huesos, descubiertos en una excavación en 2004, sugiere que el individuo era probablemente un «Bestiarius», un tipo de gladiador entrenado específicamente para combatir animales salvajes. Las lesiones encontradas en sus restos coinciden perfectamente con la fuerza de mordida de un gran felino, confirmada mediante comparaciones con grandes felinos en el zoológico de Londres.
Thompson ha indicado que la ubicación de las marcas de mordedura proporciona una pista inesperada sobre cómo pudo haber encontrado su fin este gladiador. “La pelvis no es el lugar donde los leones suelen atacar, por lo que creemos que este gladiador estaba luchando en algún tipo de espectáculo y fue incapacitado, y que el león lo mordió y lo arrastró por la cadera”, explicó el investigador.
Los investigadores ahora se plantean desentrañar cómo se introdujeron los leones en Gran Bretaña y explorar más sobre la vida de los gladiadores en las periferias del Imperio Romano.