
Un reciente hallazgo arqueológico en York, Inglaterra, ha proporcionado la primera evidencia física de que los gladiadores en Gran Bretaña participaban en espectáculos de combate no solo entre ellos, sino también con feroces bestias. Un esqueleto románico descubierto en un cementerio de gladiadores ha revelado marcas de mordidas en la pelvis del individuo, que se cree que pertenecía a un «Bestiarius», un tipo de gladiador especializado en luchar contra animales salvajes.
Los expertos han determinado que las marcas fueron causadas por un gran felino, probablemente un león. Esta evidencia cambia la percepción que se tenía sobre el entretenimiento en la época romana, sugiriendo que los espectáculos de lucha con bestias no estaban limitados a las arenas de Roma, sino que también se llevaron a cabo en las remotas provincias del Imperio, como era el caso de Eboracum, la actual York.
La investigación, dirigida por el profesor Tim Thompson, experto forense, ha sido fundamental para entender el contexto de estos combates. Según Thompson, el descubrimiento proporciona la primera evidencia directa y tangible de que estos eventos ocurrieron en esta época, lo que permite replantear la cultura del entretenimiento romano en la región. El hombre, que vivió en el siglo III d.C. y falleció entre los 26 y 36 años, fue enterrado en lo que se cree que era un cementerio de gladiadores en Driffield Terrace, en York.
Las lesiones en el esqueleto del gladiador son compatibles con la fuerza de mordida de un gran felino, y los investigadores han realizado comparaciones con felinos en el zoológico de Londres para confirmar sus hallazgos. Además, la ubicación de las marcas de mordida en la pelvis ha proporcionado pistas sobre la naturaleza de su muerte. “La pelvis no es el lugar donde los leones suelen atacar, por lo que creemos que este gladiador estaba participando en algún tipo de espectáculo y fue incapacitado, lo que permitió que el león lo mordiera y lo arrastrara por la cadera”, explicó Thompson.
Este descubrimiento no solo se limita a la evidencia física de los enfrentamientos entre gladiadores y bestias, sino que también plantea nuevas preguntas sobre cómo se transportaban los leones a Gran Bretaña y sobre la vida de los gladiadores en los márgenes del Imperio Romano.