La violencia en el noreste de Nigeria ha resurgido con fuerza, generando preocupación entre la población y las autoridades locales. Durante el pasado fin de semana, al menos 22 personas perdieron la vida en dos ataques separados en los estados de Borno y Adamawa, según informaron fuentes oficiales. Estos incidentes han reavivado los temores sobre la actividad de Boko Haram, un grupo militante que ha sembrado el terror en la región durante años.
Los ataques se produjeron el sábado y se dirigieron a varias aldeas. En el área de Gwoza, en el estado de Borno, militantes islamistas emboscaron a un grupo de civiles que buscaban leña, resultando en la muerte de diez personas. Mohammed Shehu Timta, emir de la región, confirmó que dos miembros de la Fuerza de Tarea Civil (CJTF) también fueron asesinados en un ataque previo el viernes. Timta describió cómo los insurgentes atacaron a los civiles en un momento de vulnerabilidad, dejando a dos heridos de gravedad.
En el distrito de Hong, en el estado de Adamawa, un grupo de hombres armados, supuestamente vinculados a Boko Haram, asaltó la aldea de Kopre, donde diez personas fueron asesinadas y varios más resultaron heridos. La policía local corroboró el incidente, señalando que los atacantes también se dirigieron a cazadores locales y miembros de la CJTF.
Reforzamiento de la seguridad y advertencias sobre la violencia
En respuesta a estos ataques, Suleiman Yahaya Nguroje, portavoz de la policía regional, anunció el despliegue de más agentes y soldados en Kopre para fortalecer la seguridad en la zona. «La policía del estado de Adamawa, en colaboración con otras agencias de seguridad, continúa demostrando su compromiso para mejorar la seguridad en la frontera y prevenir delitos violentos», afirmó Nguroje.
Estos ataques se producen en un contexto de creciente preocupación por el resurgimiento de la violencia militante en el noreste de Nigeria. A principios de este mes, el gobernador de Borno reconoció que los combatientes de Boko Haram habían reanudado sus actividades de ataque y secuestro, lo que sugiere una escalada en la inseguridad que afecta a miles de personas en la región.
Nigeria ha estado lidiando con insurgencias durante años, con grupos afiliados al Estado Islámico y Boko Haram llevando a cabo ataques frecuentes. Según estimaciones de las Naciones Unidas, el conflicto entre los yihadistas y el gobierno nigeriano ha causado la muerte de decenas de miles de personas y ha desplazado a más de dos millones. A pesar de los esfuerzos del ejército nigeriano por intensificar sus operaciones antiterroristas, que incluyen ataques aéreos en bastiones militantes, estas campañas a menudo han resultado en bajas civiles. En diciembre, el ejército reportó la muerte accidental de al menos diez personas en un bombardeo dirigido a un campamento armado en el estado noroccidental de Sokoto.
