
El auge de la captura de carbono: un enfoque innovador en la lucha contra el cambio climático
La captura de carbono se ha convertido en un tema de creciente interés a nivel mundial. Este término engloba diversas técnicas destinadas a evitar que la contaminación por carbono se libere durante procesos industriales o a eliminar el carbono ya existente en la atmósfera, con el objetivo de almacenarlo de forma permanente. Aunque esta práctica no está exenta de controversias —algunos críticos argumentan que es costosa, poco probada y puede desviar la atención de la reducción real de las emisiones de carbono—, se estima que hay al menos 628 proyectos de captura y almacenamiento de carbono en desarrollo en todo el mundo, con un aumento del 60% en comparación con el año anterior, según el informe más reciente del Global CCS Institute. Se prevé que el tamaño del mercado, que superó los 3.500 millones de dólares en 2024, crezca hasta los 14.500 millones de dólares para 2032.
Uno de los enfoques más ambiciosos, y también más costosos, de la captura de carbono implica la eliminación directa de dióxido de carbono (CO2) del aire. Sin embargo, actualmente existen muy pocas instalaciones de este tipo operativas en el mundo. Algunos científicos sugieren que una alternativa más efectiva podría ser la captura de carbono del agua de mar, dado que los océanos son el mayor sumidero de carbono del planeta, absorbiendo alrededor del 25% de todas las emisiones de CO2. En el Reino Unido, el gobierno ha anunciado en 2023 una inversión de hasta 20.000 millones de libras (26.700 millones de dólares) para apoyar la captura de carbono, lo que ha permitido el desarrollo de proyectos como SeaCURE, que busca evaluar la viabilidad de la captura de carbono del mar y su competitividad frente a la captura del aire.
La planta piloto de SeaCURE, ubicada cerca del Canal de la Mancha, comenzó su construcción hace aproximadamente un año y ha estado operativa durante algunos meses. Esta instalación está diseñada para procesar 3.000 litros de agua de mar por minuto, con el objetivo de eliminar aproximadamente 100 toneladas de CO2 al año. Paul Halloran, profesor de Ciencias del Océano y del Clima en la Universidad de Exeter y líder del equipo de SeaCURE, explica que el agua de mar contiene una gran cantidad de carbono disuelto, lo que facilita su extracción. Esta captura se lleva a cabo aumentando ligeramente la acidez del agua, lo que permite convertir el carbono disuelto en CO2 que se puede eliminar. Aunque aún se requieren más pruebas para evaluar el potencial completo de esta tecnología, Halloran señala que, aunque no es necesariamente más eficiente en términos de costos energéticos que la captura de aire directa, la utilización de agua de mar presenta una ventaja clara: su concentración de carbono es significativamente mayor que la del aire, lo que podría reducir los costos de construcción de las instalaciones.
Sin embargo, uno de los principales desafíos de cualquier sistema de captura de carbono del agua de mar es su impacto en los ecosistemas marinos. Investigaciones preliminares sugieren que las concentraciones de carbono en el agua pueden afectar a organismos marinos como el plancton y los mejillones. Para mitigar estos efectos, se están realizando experimentos para medir la respuesta de estas especies a las variaciones en la acidez del agua. Una opción es diluir el agua antes de liberarla al medio marino, aunque se advierte que un sistema como SeaCURE no debe instalarse cerca de hábitats marinos sensibles. A medida que aumenta el interés en la captura de carbono del agua de mar, varias startups están explorando esta área, y se considera que existe un gran potencial para la recaptura de carbono de los océanos, un objetivo que resulta esencial para abordar las consecuencias del cambio climático.