
Los ingenieros del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, ubicado en California, han logrado reactivar un conjunto de propulsores a bordo de la sonda Voyager 1, que se consideraban inoperativos desde 2004. Esta tarea requirió creatividad y un enfoque arriesgado, ya que el equipo busca tener estos propulsores disponibles como respaldo ante la posible falla de los propulsores activos, cuyos tubos de combustible están experimentando una acumulación de residuos que podría provocar su inoperancia en un futuro cercano.
Reviviendo la tecnología espacial
Las sondas Voyager, lanzadas en 1977, se desplazan a través del espacio interestelar a una velocidad de aproximadamente 56,000 kilómetros por hora. Ambas naves dependen de un conjunto principal de propulsores para mantener su orientación y asegurar que sus antenas estén dirigidas hacia la Tierra, permitiendo así la transmisión de datos y la recepción de comandos. Dentro de este conjunto principal, existen otros propulsores que controlan el movimiento de rotación de la nave, lo que les permite apuntar hacia una estrella guía que utilizan para orientarse.
Los propulsores de rotación primaria de Voyager 1 dejaron de funcionar en 2004 tras perder potencia en dos pequeños calentadores internos. Aunque los ingenieros determinaban que no era posible repararlos, decidieron confiar únicamente en los propulsores de respaldo para la orientación. Sin embargo, la falta de control sobre el movimiento de rotación podría haber amenazado la misión, lo que llevó al equipo a reconsiderar la falla de 2004.
El equipo sospechó que un cambio inesperado en los circuitos que controlan la alimentación de los calentadores había alterado su funcionamiento. Si lograban restablecer la conexión, podrían reactivar los propulsores de rotación primaria, lo que les permitiría operar de nuevo en caso de que los propulsores de respaldo fallaran por completo.
La solución a este desafío requirió una ejecución precisa. El equipo debía activar los propulsores inactivos y, al mismo tiempo, intentar reparar y reiniciar los calentadores. Si, durante este proceso, el rastreador estelar se desfasaba demasiado de la estrella guía, los propulsores inactivos se activarían automáticamente, lo que podría causar una pequeña explosión si los calentadores seguían apagados. Por ello, era crucial mantener el rastreador estelar bien alineado.
El equipo se enfrentó además a una presión temporal adicional, ya que el 4 de mayo de 2025, la antena que envía comandos a Voyager 1 y su gemela, Voyager 2, se sometería a mejoras y estaría fuera de servicio durante varios meses. Aunque la NASA cuenta con tres complejos de antenas en todo el mundo para asegurar el contacto constante con las sondas, solo una de ellas tiene la suficiente potencia de señal para comunicarse con las Voyager.
El trabajo anticipado resultó fructífero: el 20 de marzo, el equipo observó cómo la sonda ejecutó sus comandos. Dado que la señal de radio tarda más de 23 horas en viajar desde la sonda hasta la Tierra, todo lo que el equipo presenció había ocurrido casi un día antes. En solo 20 minutos, la temperatura de los calentadores de los propulsores aumentó drásticamente, lo que confirmó que habían tenido éxito en su reactivación.
Este logro no solo representa un avance significativo en la misión de las Voyager, sino que también refleja el ingenio humano en la exploración espacial, donde cada descubrimiento se convierte en un paso más hacia la comprensión de nuestro universo.